Cornada de lobo
Limosna y cagarruta
La otra cosa, aparte del comer, que no está del todo muerta en el patrimonio leonés de la cultura popular es la arquitectura tradicional, las viejas casas de los pueblos y sus materiales de siglos, barro, piedra, canto, ladrillo, teja, paja, laja o losa. Los que sabían construirlas la han diñado o están en trance, se olvidan o nadie les pregunta y pasan a enterrar con ellos su saber. Ya no quedan muchos conocedores del tapial y sus circunstancias o manos que sepan levantar un castro para las colmenas encuadernando piedra descalzada de mortero. Sin embargo, muchas de las casas que levantaron o heredaron están en pie y con poderes, verticalidad avalada. Hay casonas de tapial, humilde barro pisado, que tienen doscientos años y muros de orgullo. Hay casonas bercianas de piedra hidalga ensillada con cinco siglos. Y hay casas cabreiresas de ingenio y pobreza que, simplemente, parecen eternas. Conservarlas bien según el mandato de los tiempos exige conocer al detalle cómo y con qué las construyeron; porque, si no, al restaurarlas o habilitarlas es bastante probable que les saquen las tripas, les trituren el alma y sus recintos inventando otro interior -que es lo importante- para mantener hipócritamente los exteriores, no siempre ni del todo, a fin de dar el pego y cobrar la subvención. Vaya jeta la de tanto cazachollo y buscapisos. Lo frecuente, sin embargo, es que el paisano común y algo sancho prefiera demoler su vieja casa paterna o esa partija de herencia que era un corral y un palleiro, unas cuadras vencidas, un huerto de tapia con albarda. Alegremente echan abajo los muros que les recuerdan un pasado ingrato, penoso de cuartos y miserable tantas veces. Y levantan allí mismo una apariencia, otra vulgaridad del momento mal copiada. Entre unos y otros, la arquitectura auténtica acabará difunta del todo. Hay casas irrepetibles en riberas, páramos y montaña, y se mueren o las pulverizan con dos guantazos de excavadora. El lagrimón de caimán que echan los dineros públicos ante este expolio es calderilla. Las ayudas oficiales son cagarruta que discrimina y agravia. A este sí; a ese no. Y la muerte sigue galopando sobre esas casas. Con esa suerte de ayudas la están cagando. La subvención es el peor camino.