Diario de León

Cornada de lobo

Tardes de cancamurria

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León

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La tarde de domingo cazurro es odiosa. Si es otoño, aún más. Y se encima llueve o se encapota el cielo con nubes panza de burra, la sangre vaguea en las venas y se te pone cara de vomitado. Insufrible domingo. No hay arreglo. La tele mata de espanto. La radio no deja de meterte goles por la oreja trepanándote el cerebro. El parchís no es remedio. Leer amodorra. Escribir una carta o colocar cajones propicia agujetas. Cunde la indolencia y la astenia. Los argentinos lo llaman fiaca. Cancamurria le digo yo. Y... o te inhabilitas enroscándote en el sofá o pegas un brinco y te dices bueno, se agrisa la tarde, pero el otoño es una hemorragia de la muerte en festival, la tierra se mulle y huele, tapiz de musgo, vamos a dar una vuelta, es otoño bellísimamente melancólico, al volante, a un monte de roble tozo y urzal, y te sales de la ciudad por esa faja que un día fueron huertas y prados de diente y ahora son sarpullido de chaletes y adosaos, la caraba, casita variopinta, apretujada y barateja, aunque hay aquí y allá esparabanes intercalados con balaustrada de dinerín ostentoso, bobadonas con videoportero y mucho muro, alarde vulgar, y en uno de los solares te asalta la estampa del día, solar de tarde plomiza, las cuatro serían, paisano solitario junto a chalete semiconstruído dándole a la hormigonera que roncaba su amasijo, sólo él, nadie más, y no era obrero, pues vestía de pana clara y lana oliva, de cortinglé iba el tipo incinerando un puro que no era faria y que parecía la rúbrica de una comida apresurada en casa de los suegros, por ejemplo, y tras sorber el café, hala, Maricrú, que nos vamos a la obra, rápido, oscurece a las seis, y con el helado todavía en el gañote se pasa los domingos adelantando tarea, chapuceando y cagándose en los albañiles, pencando en su ilusión, viva el chalete y el farde, y me dieron ganas de parar y advertirle: pues ahora, majete, todos los domingos serán así, y cuando acabes la obra empezarán los armarios, arreglos y tabiques tirados, no pararás ya nunca y tampoco irás de excursión o al campo porque lo tienes en casa, y no echarás de aquí a los suegros y tendrás que dar cenas a los amigos y no pararás de cortar césped los sábados, serás perpetuo taxista de los críos y te maldecirán. Seguramente la has cagado, tío.

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