Desprestige

Si no fuera porque a la postre estamos hablando de una catástrofe podríamos ironizar sobre el sarcasmo que supone que un petrolero llamado Prestige haya traído la desgracia en forma de marea negra para cientos de familias gallegas y el desprestigio para unos cuantos políticos. Autoridades de Fomento, de Medio Ambiente, de Agricultura y Pesca y de la Xunta que no supieron o pudieron gestionar la crisis. Hemos oído voces y opiniones para todos los gustos acerca de lo que podría haberse hecho -y no se hizo- para paliar el vertido de fuel. Transbordar la carga del petrolero a otro barco, hundirlo, provocar un incendio capaz de devorar la carga o, simplemente, remolcarlo lo más lejos de la costa, opción por la que optaron las autoridades en lo que a la luz de los hechos parece que no fue la mejor de las decisiones porque según todos los indicios, una vez partido del barco, parece que más pronto que tarde las 77.000 toneladas de fuel que transportaba en sus oxidadas entrañas acabarán en las costas de Galicia. Está claro que los seis días que el petrolero estuvo dando tumbos a merced, primero de las olas y después del remolcador chino que en vano intentó arrastrarlo lo más lejos posible hacia aguas internacionales, en tierra los responsables políticos -Gobierno central y Xunta- naufragaron a la hora de establecer un plan para hacer frente a la emergencia. Desde Madrid el primer paso fue echar balones fuera: la culpa -declaró en rueda de prensa el vicepresidente Rajoy- era de Gibraltar, puerto de destino. Y se quedó tan ancho. Como si con eso hubiera quedado conjurado el peligro. No pasa nada -terció a su vez el ministro Arias Cañete desde Agricultura y Pesca-: no hay peligro de contaminación.