EL ÁRBOL QUE LLEGÓ CON EL FRÍO
Es ancestral la costumbre, que iniciaron los pueblos paganos del norte de Europa y que en España es una tradición no tan nueva: la incorporó para siempre a las costumbres españolas en la Navidad de 1870 una princesa rusa, Sofía Troubetzkoy, casada en segundas nupcias con un aristócrata español. Ahora, en plena crisis climática, la apuesta es abandonar los árboles artificiales y volver a los pinos y abetos naturales, que luego se replantan y son una fuente de riqueza para algunos pueblos. Dicen que ese negocio ayuda a fijar población
El árbol de Navidad se ha consolidado como un elemento cultural de las fiestas navideñas y, ante la duda de si optar por uno natural o por uno artificial, los ingenieros de Montes recomiendan decantarse por uno original porque, entre otras razones, su cultivo ayuda a fijar población en los entornos rurales.
Los estudios demuestran que haría falta utilizar un árbol artificial durante 15 años para que su huella ecológica fuera menor que la de un árbol natural. Los árboles artificiales acostumbran a ser de PVC y han hecho un largo recorrido desde Asia para llegar hasta las casas de esta lado del mundo.
Para el decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes, Eduardo Rojas, la calidad estética y la sensación de proximidad a la naturaleza que ofrece un árbol natural nunca podrán ser replicadas por un producto de plástico.
En cuanto al sentimiento de culpabilidad que pueda generar el pensar en que se ha talado un árbol, «lo primero que tenemos que saber es que ese árbol no viene del bosque, sino que es cultivado y ese cultivo es comprable con cualquier otro cultivo agrícola y nadie se preocupa de comer una lechuga o un tomate», dice Rojas.
Esos cultivos, mayoritariamente abetos, ha subrayado, están ubicados en zonas de montaña en las que los campos agrícolas tienen muy pocas oportunidades dado que la gente ha emigrado por falta de actividad e ingresos.
«Por lo tanto, consumiendo esos árboles, generamos un retorno a esas zonas y evitamos que los últimos campos se abandonen. En definitiva, producimos un continuo de bosque, mantenemos la biodiversidad y fijamos población», sostiene.
Sobre qué hacer con el árbol una vez pasadas las fiestas, Rojas recuerda que los ayuntamientos tienen sistemas de recogida que permiten replantarlos o valorizarlos, ya sea como combustible o para fabricar mulching, el acolchado para impedir las malas hierbas o mantener la humedad y reducir así el consumo de agua.
A la hora de elegir hay que pensar en que aunque un árbol del plástico dure más años tiene un complicado reciclaje y para su producción se han generado emisiones y un consumo de petróleo absolutamente innecesarios «cuando tenemos una alternativa natural».
Según datos de los Cultivadores de Árboles de Navidad Asociados de Cataluña (Canac), el 90 % de los abetos de Navidad que se producen y comercializan en la península ibérica proceden del macizo Monsteny-Guilleries, el mayor suministrador del sur de Europa, ubicado entre las provincias de Barcelona y Girona.
Canac reúne a una treintena de empresas dedicadas al cultivo de abetos, todos ellos producidos de forma cien por cien ecológica y mediante procesos agrícolas respetuosos con el medio ambiente, según consta en su página web.