Diario de León

Sicilia, el otro gran desembarco

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León

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álvaro soto

El asalto de Sicilia en la Segunda Guerra Mundial, conocido como ‘operación Husky’, lo tenía todo para protagonizar los libros de historia: la primera vez que los Aliados pisaban el territorio de las potencias del Eje, el principio del fin de Mussolini, un combate entre la élite de dos ejércitos enormes, un terreno montañoso y escarpado, condiciones extremas, el papel de la Mafia y unos hombres y mujeres, los sicilianos, de carácter fuerte y a la vez voluble, orgullosos en el atraso de una tierra que parecía no haber salido del siglo XIX. Pero a aquel épico desembarco, al contrario que a su hermano más joven (Normandía, un año después), «le ha faltado una gran película», explica el historiador James Holland. Su exuberante obra trata de llenar ese vacío y de devolver al primer plano la campaña siciliana. «Fue la primera vez que Estados Unidos y Reino Unido trabajaron juntos en la Segunda Guerra Mundial y la primera vez que una batalla reunía fuerzas aéreas, terrestres y marítimas. Representó un paso decisivo para recuperar Europa», cuenta Holland, que se ha pateado los escenarios de la batalla para vivir, aunque fuera lejanamente, lo que sintieron aquellos soldados que pelearon a 48 grados durante el verano de 1943, cuando la guerra comenzaba a girar en favor de las tropas aliadas frente a Alemania e Italia.

«Los Aliados prepararon el desembarco pensando que Sicilia era igual que la Europa que conocían, pero cuando pusieron los pies en tierra firme, descubrieron que era una isla anclada en el pasado, pobre, con poca higiene, poca electricidad y poca agua corriente, sin apenas carreteras de asfalto y con los mosquitos y la malaria como grandes amenazas», explica Holland, que disfruta recreando el primer contacto entre los soldados norteamericanos y los lugareños, que nunca habían visto a un negro, como eran muchos soldados estadounidenses. «Aunque Mussolini gobernaba Italia, Sicilia era diferente. Los locales recibieron muy bien a los Aliados, aunque nadie podía fiarse de nadie. Los sicilianos son primero fieles a su familia, luego a su pueblo, luego a su zona, luego a su isla y al final, si acaso, al que gobierna.

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