El lugar de la estrella
¿Quién se atreve a pedirle algo al 2022? En la última vuelta al sol creímos que al fin era el fin, pero no. Y aquí estamos, buscando una señal. Tal vez no esté tan lejos.Quizá la estrella está en nuestro interior
Dicen que en el cielo brilló una estrella. Hace dos mil años. Desde hace dos, buscamos una señal. No en el cielo, sino en los microscopios. El signo de que esta era que se ha hecho eterna ha acabado.
¿Quién se atreve a pedir algo al 22? En la última vuelta al sol, creímos que por fin era el fin. Y ahí estamos, otra vez como al principio. Dominados aún por un virus. Debatiéndonos entre la ciencia y la creencia. El mundo dividido. Entre quienes tienen vacunas, tres incluso, y quienes no. Entre quienes viven en la prosperidad y quienes la sueñan. Con las fronteras levantadas y la desigualdad por bandera.
¿Quién se atreve a imaginar el 22? ¿Quién no desea que el 22 no traiga nada a cambio de que se lo lleve? Que los felices veinte que nos prometieron sean al final felices. Que la nueva normalidad, que ni es nueva ni normal, deje de ser una manera de vivir.
22, sí, pero el 19 del covid presidirá el convite del nuevo año.
Es, dicen, un vistazo al precipicio. Que la pandemia y las restricciones serán también económicas. Que el dinero se confinará en casa de los más ricos. Que la paz quedará en cuarentena. Que no habrá antígenos contra la desigualdad. Que la lucha de poder entre los poderosos congelará aún más el mundo y su guerra fría. Que la batalla entre la libertad y la tiranía será como la guerra contra el coronavirus. Que aún no habremos descubierto la vacuna para curar el mal de este planeta, que no tiene B. Y que no hay más fajana que en la que vivimos.
22. ¿Cuál es la nueva que traerás? ¿Cuál tu promesa de Bien? ¿Cuál el conjuro de los viejos augures? ¿Nos harás recorrer todas las letras del abecedario griego?
Y sin embargo, 22, es tiempo de creer. Porque tal vez la señal que tanto buscamos no está tan lejos. Tal vez esté en nuestro interior. Quizá esa sea la estrella. Y que se haga nuestra voluntad.