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Antonio Núñez El paisanaje

León, ciudad del dólar

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León

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Ha causado sensación en Wall Street la noticia de que el alcalde Amilivia quiere hacer de León la capital financiera de la autonomía más extensa de Europa, tal como recordaba cada poco el expresidente Lucas, dándose él también la leche de importancia. Ahí es nada: la Suiza del Bernesga, el Barrio Húmedo natural de los tiburones de la bolsa, el cantón Caimán del Torío, el mayor parquet del norte en hipotecas opacas y, en fin, la sede de la caja universal de ahorros tras la fusión en un abrazo de la consejera Carrasco y el socialista Villalba. Un compañero de colegio de Cacabelos, que reside actualmente en Manhattan y va para leonés del año por la acumulación de conocimientos bursátiles como vendedor de perritos calientes a Morgan Stanley (en invierno castañas) ha confirmado a título de experto que, en efecto, la noticia ha calado profundamente en la bahía del Hudson y que, si los accionistas no se han tirado ya desde la ventana del piso ochenta y tantos, como en la depresión de 1929, se debe exclusivamente a que esperan a hacerlo aquí a lo grande desde el puente de San Marcos. Coñas aparte, se ve enseguida que la precampaña electoral está escorando peligrosamente el tarro de los políticos locales, como el petrolero «Prestige», no menos de ciento ochenta grados sobre la vertical de flotación del sentido común, haciéndoles prometer cosas que a nadie se le ocurrirían ni naufragando en vino. ¿Y qué es eso de «capital financiera»?. Es lo que se pregunta toda la provincia ante la insólita promesa del señor alcalde, que hasta ahora se limitaba a peatonalizar calles, y lo hacía bastante bien. León ya es capital financiera e, incluso, una gran potencia europea en ayudas agrarias de la Pac, subvenciones Feder para cerrar las minas, pensiones de la Seguridad Social, cheques de viajes del Inserso y prejubilaciones de todas las multinacionales que se pongan a tiro, ya sean Antibióticos o la Vidriera. Eso está claro. Parece ser que lo de capitalidad financiera consiste en un proyecto bastante más pobrín de lo que podría deducirse de su rumboso nombre: que el Banco de España mantenga su actual sucursal en León (ocho empleados en total, de los cuales cuatro son guardias civiles) y que siga aquí la sede de Caja España, se llame como se llame cuando la Junta le ordene fusionarse con Caja Duero para controlar mejor a las dos. En todo lo demás quien quiera hacer negocio tendrá que financiarse en Valladolid, a donde hace tiempo que todos los bancos, compañías eléctricas, constructoras, etcétera, han trasladado sus sedes regionales dejando en León oficinas de segunda cuando no un cajero automático. Si Amilivia no se lo cree puede encargar una encuesta entre directivos de empresas que quieran «ascender» de Valladolid a León y no al revés. No se iban a apuntar ni los de la UPL, vamos anda. Hubo un tiempo en que, efectivamente, León pudo capitalizar algo. Hará de eso veintitantos años, cuando los políticos de aquí -de todos los partidos- se dejaron comer la merienda de la única capitalidad que de veras importa: la política de la autonomía con toda su panoplia de consejeros, burocracia y poder. En aquella época, cuando se disputaban la gran tarta Burgos, León y Valladolid, no faltó, incluso, la propuesta salomónica de que la capital de la región fuera Tordesillas, como Santiago de Compostela en Galicia (en vez de La Coruña o Vigo) o Mérida en Extremadura (en vez de Cáceres o Badajoz). Pero alguien desde Madrid tocó el silbato, mandó parar el tren en Valladolid, porque le quedaba más a mano, y toda la clase política se puso otra vez firme sin distinción de partidos. Desde entonces las relaciones entre León y Valladolid, y no digamos con Madrid, se rubrican siempre con un «lo que usted diga». Habría que darle, no obstante, a Mario Amilivia una oportunidad como broker en su nueva aventura a lo Mario Conde, gominas aparte. Porque, tal como andan de endeudadas las finanzas municipales, lo más probable es que haya que emitir moneda propia para pagar a bancos y proveedores, que podría llamarse, por ejemplo, el dongutierre para sustituír al euro, una vez agotadas las reservas del interventor en tazos y corticoles. El único problema es que para emitir tanto papel moneda no basta la sucursal del Banco de España, sino que harían falta dos torres gemelas o, incluso, trillizas. Pero para eso está Cecilio Vallejo.

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