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La imagen exterior de España sigue asociada a la pandereta y la sangre

Pasión española

España es un país de crímenes pasionales, de pandereta, de toreros y folclóricas, de sangre, de fuego y de sol, es decir, de estereotipos, que aún no han podido sacudirse los

Un cartel turístico de España, baile y pandereta

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Efe - DUBLÍN.

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José Varela Ortega, Fernando Rodríguez Lafuente y Tom Burns Marañón analizaron «la imagen exterior de España» desde tres puntos de vista diferentes, pero que coinciden en despreciar la naturaleza misma del prejuicio humano. Varela Ortega, historiador y vicepresidente de la Fundación Ortega y Gasset, centró su alocución en torno al origen y evolución del llamado «estereotipo español». Según el historiador, éste aparece con la fundación de la ciudad, allá por el siglo XV durante la España imperial, e imagina al tipo español como un personaje «militante». Desde mediados del siglo XVII hasta finales del XVIII el español es visto por el mundo exterior como un ser indolente aunque recupera parte de su «glamour» en el XIX, cuando muchos ven en él a una persona «apasionada». Ese punto de «primitivismo» admirable lo pierde, sin embargo, a fines del siglo XIX: Al hilo de las teorías darwinistas, el habitante de la Península Ibérica se convierte en una figura «degenerada y decadente». Y en las últimas décadas del siglo XX, a los ojos del resto de Europa, el español estaba aún inmerso en el atraso industrial, tecnológico y científico que arrastraba desde los años más duros de la dictadura franquista, explicó Varela. Por su parte, Tom Burns Marañón, escritor y periodista, habló de la «hispanomanía» que afectó a muchos viajeros y escritores anglosajones que, aunque de «bona fide», se empeñaron en difundir una imagen de España simplista y, en ocasiones, muy alejada de la realidad. Es la España de los Ernest Hemingway, George Orwell o Gerald Brenan, a los que Burns califica cariñosamente de «curiosos impertinentes». La patria de Cervantes representaba para estos escritores «un gran espacio abierto» lleno de oportunidades, donde el «honor era más importante que el éxito» y el «amor y la amistad» sustituían a la obsesión nórdica por el trabajo y la disciplina. Con ternura, ironía y mucho humor, Fernando Lafuente tomó el relevo para explicar la influencia que la literatura de aquellos autores y el cine han tenido a la hora de construir la «otra España». El lado trágico de los estereotipos, añadió el periodista, es que «la imagen que inventa el extranjero se la apropia o se la cree el propio español». El reto para las nuevas generaciones de españoles y españolas es cómo «manipular en su beneficio el éxito real del país».

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