Diario de León

Cornada de lobo

La gran marranada

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León

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Os han robado mucho esos ladrones. Os han dejado -¡pobres gallegos!- bien jodidos y esquilmados para veinte años. No hay perdón para el dinero que camina sobre las aguas del crimen y jamás se moja. El honor de las finanzas y del propio sistema es como ese espeso eslurri negro que os han vomitado en la cara, siempre flota. Accidente le han llamado a esto; un obligado tributo del progreso, dicen otros. Te dirán que así son las cosas. Es la fatalidad. Pero ahora que estás conmigo en esta calle de papel, desahógate y hasta blasfema si las furias te lo piden; no me ofendo; te acompaño. Los de secano y meseta adentro sentimos por el mar una secreta fascinación y cuando los páramos de espigas son peinados por el viento, nos parecen que ondean como océanos serenos que los propios gallegos vinieron a segar durante siglos. Y soñamos el mar. Quizá por ello esta es tierra de algún almirante. Y también asunto gallego que cruza arrieramente estos caminos, latido galaico que se hace leonés en el Bierzo y en tantos de estos pueblos gallegamente repoblados. Esa marea negra ha enfangado también la costa de esta alma hermana. Mi experiencia náutica no puede ser más catecúmena: una jornada en lancha merlucera de Lastres, un día de fuera borda mariposeando por las calas de Bagur, algún ferry que otro y esos paseos de lanchón atiborrado que se hacen por el Carmen o San Roque. Mi bautismo naval atlántico, la primera vez que surqué esas aguas, fue en Vigo, ría arriba, ría abajo. De eso hace ya... mes y medio; de modo que aún tengo su gozo en la retina, su entraña en el cesto de pesca y la furia a flor de boca. Mi dolor es el de Natalio, que capitaneó la lancha, y de Nacho, que hizo de contramaestre, señalándonos en la costa de enfrente, allá en Morrazo, la casa que venía rehabilitando desde hacía tres años, casa con sus zapatillas metidas en el mar, batiendo sus muros las olas. Ahora está apresada de peste negra en todo su derredor y sus ventanas se han cerrado como cuando alguien se muere. Natalio es industrial de la luz, pero es también pintor de primor obsesionado por el numen brumoso de este litoral. Ahora sus lienzos son negros, igual que su esperanza. (Continuará) La marea negra también.

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