Diario de León

Cornada de lobo

Consignatario de buques

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León

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Andando hace mes y medio con Natalio, Nacho, Fernando y Matías por las calles de Vigo que el otro día atiborraron cien mil voces sublevadas, nos paramos ante el chaflán de una casona modernista que mira al puerto porque en sus bajos comerciales relucía una compañía de gestiones y papeleos de mucho rumbo y barnices. En una de aquellas puertas de cristales biselados rezaba con dorada letra inglesa uno entre muchos de los créditos gestores que ofrecía; y decía allí: consignatario de buques. Jo, cómo suena, dije a mis copaseantes; en mi próxima reencarnación yo quiero ser algo como esto, consignatario de buques, que suena más guapo y rotundo que registrador de la propiedad o procurador en Cortes. A ver, repetídmelo a la oreja otra vez silabeando, les dije: consignatario de buques... ¿Y qué es lo que hace este gicho?, pregunté. Y me respondieron como dice el diccionario: persona que en los puertos de mar representa al armador de un buque para ocuparse de los asuntos administrativos que se relacionan con su carga y pasaje... Ah, carallo, me dije, he aquí la madre del cordero, el administrador interpuesto, el que protege a su cliente aparajándole la ley o amparándole con la trampa, el que trenza recursos, atraques y atracos de un lejano armador que vive en Grecia, en Nassau o en el golfo Pérsico. De manera que retiro mi chorrada reencarnatoria en consignatario y borro lo dicho, aunque me siga sonando cardenaliciamente bien el rimbombante título. Pero visto lo enguarrado, pongo en entredicho este oficio, pues algo tendrá que ver, supongo, en marranadas como las del Prestige y en el pirateo generalizado que se perpetra en ese reino de nadie que son las aguas internacionales. Fíjate qué pirateo, Natalio: dos superpetroleros destinados al desguace fueron adquiridos por un conocido y homenajeado empresario que casualmente nació en Busdongo y en sus vacías bodegas acomodó dos verdaderas fábricas textiles llenas de curritos de todo lugar. Anclados los buques en el Golfo de Méjico, lejos de toda legislación laboral o comercial, atiende a su mercado americano y va de rositas. ¿Será este el destino de los monocascos que retiren de circulación? El mar lo ampara. (Continuará) La marea negra también.

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