Cornada de lobo
Galleguillos somos aquí
Gallegos de Curueño, Galleguillos de Campos, gallegos muchos, ríos de gallegos que llegaron por los caminos de las repoblaciones medievales y encontraron patria y labranza en estos pagos de un León que tiene su cara gallega desde hace diez siglos, gallegos que van y vienen y paran o se van quedando en los pliegues de este principal camino gallego que atraviesa lo leonés, gallegos que bajaban en el siglo XVIII por el puerto del Manzanal en junio y no volvían a cruzarlo de retorno hasta que estuvieran segados todos los panes de Toledo y las Castillas y después estiraban su costera segadora por todas las cuestas de Babia, gallegos de hoz al cinto, manta al hombro y morral en bandolera y, ya de regreso, cercanos a su tierra de hambre y de saudade, se enredaban por todos estos pueblos donde reteitaban con colmos de centenos tantas de aquellas casas y pajares de León que desde los páramos a las montañas se cubrían de pallaza, gallegos que arañaban otros jornales de epílogo haciendo de «criao», labrando o canteando piedra y gastando unos cobres en la romería por ver de requebrar a una moza que anda también de criada, aunque tiene casa, y es galana y xeitosa, por ver si se arrima y hubiera boda y así se afinca y sienta el culo y tiene lo suyo y come de propio, Dios lo quiera y que la santísima Virgen de los Ojos Grandes, patrona de Lugo, así se lo conceda, que es trabajador el hombre y de buena disposición... Esta es buena patria para él. Aquí se llama incluso gallego al viento que ha de traer lluvias en mayo para no tener que sacar en procesión a todos los santos de palo pagando una rogativa, porque es húmedo el beso gallego y las nubes vienen preñadas de un agua que antes de la evaporación fue agua de aquel mar y aquellas rías... esas nubes que están trayendo estos días una molécula de fuel y de espanto en cada una de sus gotas. Y es entonces cuando esta lluvia nos sabe a lágrima y desesperanza. Este verano volveremos a Galicia; y a los siguientes, también, me dijo ayer un amigo. Y si no hay berberechos para el ribeiro, se come porco y gran caldo. Hay que estar con ellos, que es estar con nosotros. Pero mucho ojo con esa industria de la caridad que es sólo autopublicidad. (Continuará) La marea negra también.