Cornada de lobo
Marea blanca codicia negra
Siempre que volví a Lastres llevé una caña para calarle la salud al mar, una paciencia relativa para para no sulfurarme en las mareas muertas y un libro para no sentarme directamente sobre el cemento del espigón, allí, junto al farillo del puerto, en el morro del dique que es como proa de un gran buque de piedra, la caña tendida, el mar al pie, y enfrente, la enorme bahía de Lastres con su playa y la de Colunga, que le dicen La Griega y tiene grabadas en sus lonchas de piedrona huellas de dinosaurio; y a un lado, el puerto con todos sus ajetreos; encima, y subiéndose por el monte pindio, el abigarrado caserío del pueblo de Lastres que tenía mucha teja roja y paredes encaladas pareciendo encajado en una estantería; al fondo, los montes de Bueño y las Caravias; inmediatamente detrás, la gran montañona del Fito en la que siempre se enredan las nubes y el macizo del Sueve en el que sobrevivieron los últimos ejemplares del caballín asturcón. Volviendo la vista al este, alcanzas a ver todos los morros de acantilado hasta Ribadesella, que está a muchas millas. Y sobre esta peña tajada en corte que lava el mar, se elevan prados, pueblines aquí y allá, montes, pomaradas, bosques de eucalipto y, más arriba, el pasmo, no puede ser, son las peñas de caliza blanca o nevada de Picos de Europa; y no te parece real que puedas ver esas alturas desde el nivel del mar, con el hocico metido en el furaco del puerto. Al atardecer, si hay sol tostado, esas peñas se ponen de color rosa, te lo juro. Resumiendo: es la tajada de paisaje costero más espectacular de todo el litoral asturiano, tajada mucha que nunca empacha. Mi siquiatra no tiene nada que hacer si decido curarme la fiaca y el dolimiento con esta estampa, sentado allí... Pero vinimos hoy a ver el mar. Corren los setenta alcanzando a los ochenta. Está quieta el agua y se cuela la vista hasta fondos a quince metros. Aún bulle vida y hay una cesta colmada de chopas. Pero extendidos por el puerto como marallos de heno, hay montones de alga roja que compran los laboratorios. Con redes rastrillo las sacan. La marea blanca de la codicia negra esquilma los fondos. Hecho esto, aún vendrán cosas peores, dijo un viejo marinero: fondos de brea y fuel. (Continuará) La marea negra también.