Diario de León

Cornada de lobo

El Señor de los Hilillos

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León

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Las fotos de esa costa son aguafuertes, caprichos monocromáticos que jamás imaginaría Goya ni inyectando a su pincel espantos y abracadabras, serie de pinturas negras, grabados que se reeditan cada mañana en unas playas que son las hojas de un cuaderno inacabable. Pero hay un cuadro de Goya que parece una foto resumen de toda la gran marranada del Prestige, una instantánea profética. Es ese óleo en el que dos gañanes enfrenados y enterrados hasta las rodillas se arrean de mamporros. «La riña», creo que se titula, o «Duelo con garrotas». Se ha utilizado ese cuadro para simbolizar la agónica y fatal maldición de las dos Españas enfrentadas en un reto aniquilidor, pero en realidad son Rajoy y Caldera personificando el alborotado charco ibérico, hundidos ambos en eslurri espeso, subiéndoles la marea hasta los cojones, pero ocupados únicamente en partirse la crisma, guardando uno la tartera y sacando el otro tajada. El espectáculo es de bochorno, la imagen de España ante el concierto de naciones desconcertadas es penosa y el desánimo con el que impregnan la fe del pueblo es ya desolación, rabiada impotencia y blasfemias a granel. Dale fuerte, le susurran al portavoz desde el banco de atrás; dale. Tiene su corrillo esta pelea. Se lo pasan de miedo. Están en su papel. Y España está en las antípodas, en el culo del drama. En esa lejanía de toda esperanza, el español, sin embargo, se raya el subconsciente y saca el filo del humor para hacer filetes este toro tolón que nos aturde y así no acabar tarumba. Y aunque no hay gana de risa en esta gigantesca guarrería, corren por ahí algunas chirigotas: Don Mariano, don Mariano -le dicen visitando la costa de Muxía- mire una gaviota muerta; y Rajoy, lanzando la vista al cielo y escudriñándolo en todas direcciones exclama ¿dónde, dónde?... Rueda por ahí otro dicho según el cual a don Mariano le llaman «El Señor de los Hilillos». Y a los voluntarios que oxidan los bronquios respirando peste y enfangándose impotentemente ante esos cetáceos de fuel y lomo negro que vienen a vararse en las playas, a esos voluntarios, digo, se les llama muy atinada y descorazonadoramente los «Quijotes de las Manchas». (Continuará) La marea negra también.

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