Diario de León

Cornada de lobo

Nochebuena y tururú

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León

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Lo excepcional, desde el rito al plato, era lo que hacía que una fiesta fuera fiesta. En la planicie del calendario, en la rutina de los días y las labores, sobresalía la cumbre de la fecha señalada en rojo. La fiesta se esperaba, se preparaba y se exaltaba llegado el día con toda suerte de gestos, ceremonias e intendencias. Y ya sus dispositivos, en su mera preparación, era gran fiesta: mata pollo, descuelga un pernil del varal, hornea un rosco, haz pastas y sequillos, apareja las dos alcobas para la parentela que viene de lejos, limpia el santo, saca el mantel y la vajilla de la boda, plancha el traje, betún al zapato, peina a los guajes con agua de azúcar para que se les quede tiesa y fija la pelambre, dispón el comedor que es habitación que sólo se usa en señalados días de jolgorio o de tragedia con velorio, saca el mantón y ponlo a orear para que se le vaya el tufo a alcanfor, prepara el tostadillo y la ensaladilla, el cuturrús y las avellanas, trae sillas, estira la mesa... Ya. Y en la cena y en el rito de esta noche ¿dónde está lo excepcional? De hecho, llegas hartito de langostino o chuletón y zamparás menos que en cualquiera de los cenorrios de empresa y peña que han precedido a esta fecha tan «señalizada». La normalidad y cierta vulgaridad envuelven la celebración. Es una cena más. En el fondo estás deseando que pasen cuanto antes estos rastros de purpurina y convulsión comercial, días de obligación y cuñadas, días de espesa marea blanca que llega a la costa de esa vida tuya que ves tan negra... La Nochebuena se viene, la Nochebuena se va, y nosotros nos iremos, tururú, y no volveremos más... Y añade además tan festiva reflexión: Resuenen con alegría los cánticos de mi tierra... Es el villancico existencialista con mensaje más cabrón y de mayor pesadumbre de todo cuanto se pueda cantar en estos días. Y es que en Nochebuena se cita continuamente a la muerte en las nostalgias, en lo que fue, en los que faltan. En la mesa de esta noche se sentará una costa muerta, el recuerdo de unas rías que fueron bullir de vida marítima, Navidad gallega y nuestra que es negra y es blanca, plastón de mierda espesa y río de voluntarios de mono blanco pringado. Vaya por ellos. (Continuará) La marea negra también

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