Diario de León

Cornada de lobo

Bromazo para inocentes

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León

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Las bromas del destino son las mejores inocentadas. Cuando te las dan de sopetón, esas bromas te ponen un sabor metálico en el cielo de la boca, te pasman los ojos, te aflojan las patas y, a veces, una culebra relámpago te cruza la barriga y te meas... de la risa o del espanto, como todos a los que el bromazo del Prestige les ha arrojado en plena cara esa gigantesca vomitona de pesadilla y muerte. Buena broma. Muy simpáticos. Todos ellos: el dueño del barco, el carpintero que chapucea sus arreglos, el de la iteuve mercante, el funcionario que le proporciona noche y cama en un puerto y, al día siguiente, le da banderazo para seguir singladura, el tuercebotas que precisó las operaciones de llevarse el barco a escupir contra el viento y las mareas, el gobernante que mareó la perdiz de chapa en ese océano, el que improvisó un canto de gaviotas con ramas de olivo en el pico... todos; grandes bromistas; pero se les fue la risa al barrio de la tragedia, se agüevaron al contemplar el tamaño de la cosa, su bruto alcance, y ahora le endosan la autoría de la gracia al destino que dibuja en su horizonte los «fata morgana», espejismos dobles. Pero esta catástrofe tiene pilas alcalinas; dura y dura... mas lo que te rondaré, morena de fuel y grasa. Ultimamente, los grandes desastres parecen diseñados para el tamaño y la urgencia de los telediarios. Suceden en un momento: explosiones, terremotos, incendios pavorosos, atentados bestiales... Las catástrofes de continuidad como epidemias, erupciones recalcitrantes o sequías de siete años van perdiendo garra informativa y acaban languideciendo o desapareciendo, como ocurre con las hambrunas de Etioipía o Sudán donde entierran a doscientas criaturas diarias que, comparadas con cuatro pobres niños de Tucumán, no pesan absolutamente nada en la balanza del dueño de la imagen y de los teleminutos. Nuestra broma del petrolero-volcán está ya durando mucho y aún queda crudo por vomitar y para rifarse desde Villaviciosa hasta Islandia. Esto está durando lo que una peste. La fatiga informativa llegará, pero no habrá lejía que limpie de la memoria de este país los pegotes de mierda negra que quedarán en ella estampados. ¿Nos servirá de algo? (Continuará) La marea negra también.

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