Cornada de lobo
Resbalizo y sabañón
En la plaza las Palomas, donde había un urinario, han plantado una pilona que cuesta cien mil denarios; y eso es tela maricona salida de algún armario. Lo llaman pista de hielo y es charco con barandilla, que aquí el que no vuela, pilla, y el que paga clama al cielo. ¿Qué necesidad había? ¿Y en la plaza principal? ¿No esto gran tontería? ¿Está cuerdo el concejal? ¿Es este gasto normal? ¿No es de pijos lotería? ¿No es paleta fantasía? ¿Y el futuro será igual?... Dicen además que la lluvia ha impedido que funcione el costoso invento del patinaje sobre hielo. El ingenioso promotor de esta idea pretendía sin duda que la plaza de San Marcelo se pareciera a las estampas de los canales helados de Amberes que pintaba Brueghel el Viejo, esas coloristas tablas que se usan como postal navideña con niños, molinos, trineos y cuchipandas. Traer hielo a la capital del invierno ha sido un gesto gafe, un insulto al clima; y el cielo nos ha castigado con nubes y jarradas de agua que desbordan ríos y lavan la nieve de las peñas. Por lo demás, las pistas de hielo están escritas en la memoria no muy lejana de esta ciudad. Las había. Y patinábamos temerariamente en ellas las generaciones del sabañón. Las llamábamos «resbalizos» y duraban días y días en las calles de umbría o rinconadas que dan al norte. Esas pistas populares, patinaje de pobre, las disuelve con sal y brigadas al instante el mismo ayuntamiento que ahora paga caro por instalar la suya propia en una ciudad que no sabe si los patines de cuchilla sirven para los pies o para cortar el bacalao. Y embarga a tal efecto la plaza de los encuentros, suprime el coqueto corralín de los corderos y el belén pinturero de otros años ocupando el corazón de la ciudad con un corralón de espanto, feo y estorbón, que la inmensa mayoría de los ciudadanos no pueden disfrutar porque es coto hoy de la pijez juvenil que quiera vestirse con moda impropia, exotismo despilfarrado. Y además contratan lluvia. Helados ante la genialidad nos hemos quedado muchos. Así que el año próximo deberían arrojar al responsable al Bernesga. Ante el susto y el bulto, las aguas del río se helarán también y al menos la pista de patinaje nos saldrá barata. (Continuará) La marea negra también.