Diario de León
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León

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josé enrique martínez

La obra poética de Julio César Galán (Cáceres, 1978) despliega una crónica biográfica y circunstancial que se desarrolla y codifica en una simbología de creciente hermetismo, al tiempo que la naturaleza sobre el texto va adquiriendo una mayor importancia». Así comienza el prólogo de A. Ortega y M. A. Núñez a Compromiso del olvido, antología de la obra de un poeta complejo, como complejo es el mencionado prólogo para entendidos. La antología acoge piezas de los seis poemarios del autor más uno más en construcción, Un adiós abierto. El primer libro de J. C. Galán es El ocaso de la aurora (2004) y unas palabras del mismo pueden facilitar su fatigoso entendimiento: «juego con las palabras mientras la conciencia se estira en olvidos, ausencias y desencantos». Tres veces luz (2007) prodiga la dificultad. Espigo versos como estos: «Cada miedo se marcha de la carne / cuando los dedos crecen como pájaros». Márgenes (2012) abre el lenguaje al júbilo del amor, desde versos luminosos como estos en los que parece ensoñar la cima de la dicha edénica: «La marea nos lleva al ahora / y quiero que permanezcamos / en silencio extendidos por el sol / como si hubiéramos / rozado alguna vez la edad del paraíso». El libro que sigue, Inclinación al envés (2014) es pura investigación de ese envés, de la cara opuesta ¿de qué? Tal vez del yo y del lenguaje mismo, con recursos que promueven una lectura fragmentada, pues fragmentario es el poema, con versos tachados, pero no tanto que resulten opacos, abandono de la linealidad del lenguaje, textos que remiten a otros textos y numerosas notas a pie de página. Una de ellas dice: «Soy Inclinación al envés, poema que gira en torno a lo invisible y trata de hacerlo visible […]. Soy por tanto un texto tan transparente como opaco»; se considera autor y lector al mismo tiempo y siente «una otredad incurable», nada extraño en quien ha jugado con varios heterónimos. En El primer día (2016) y Testigos de la utopía (2017) prosigue el poeta su exploración de una escritura diferente. Los textos de Galán van dirigidos a un lector exigente que no se deje llevar por las palabras o la emoción, sino por una voluntad de intelección. No se trata de sentir o con-sentir, sino indagar en los sentidos que dimanan de esa red de textos que ha pergeñando el poeta y que, como dice en el epílogo Eduardo Espina, lo que resulta es «el desarraigo de cualquier decir anterior».

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