Solo soy una herida en el lenguaje
josé enrique martínez
En los poemas de María Ángeles Pérez López destaca la fuerza poética de su palabra, que emerge en poemarios como Fiebre y compasión de los metales (2016) o en los seis reunidos en Catorce vidas y una más (2020). De «energía de lo poético» habla Julieta Valero en el espléndido epílogo a Incendio mineral, el poemario que tenemos entre manos, el cual contiene quince poemas en prosa.
Quizá lo primero que percibamos en el nuevo poemario sea el problema de la identidad, desde la cita inicial de Jabès: «Tú eres el que escribe y es escrito». Y es asunto del poema que abre el libro, que concluye con una pregunta, título a su vez de un poemario de María Ángeles Maeso: ¿Quién crees que eres yo?, con la respuesta contundente en la que lo físico, lo anímico y la materia (la palabra) se fusionan: «Sólo soy una herida en el lenguaje». El montaje de la identidad se cierra en el último poema, cuyo título es una pregunta estremecedora, ¿Y si eres nadie?. Por otro lado, en el poema primero se reafirma el valor de la palabra: «Mi cuerpo choca contra los pronombres». Cuerpo y pronombres. El cuerpo es referencia sustancial en la poesía de María Ángeles Pérez, el cuerpo sentido, palpado, nombrado en sus órganos y dispositivos, sangre, riñón, pulmones, «dos clavículas como dos mariposas atrapadas que el esternón clavó contra su tórax». De los pronombres, si importancia tiene el yo, no menos el nosotros, el yo con los otros, y entre ellos los que sufren hambre, miserias, guerras…; implica además el diálogo con otros poetas (Gonzalo Rojas, Claudio Rodríguez, Aníbal Núñez y algunos más nombrados). Suponen estos nombres no sólo el fervor de la lectura, sino el acompañamiento. Otros poemas abren reflexiones sobre la palabra, sobre las palabras que «todo lo arrastran, incluido el miedo»; y entre ellas, las alusivas a los apellidos de la poeta, que atañen también a la identidad, sin despreciar la realidad material de la piedra y la animal del lobo: «Pérez, hijo de Pedro, hijo de piedra», «López, hijo de Lope, hijo de lobo». En la poesía de M. Á. Pérez es difícil separar diferentes realidades, porque se implican materia y lenguaje, cuerpo y palabra, identidad y los otros seres, sean abejas, hormigas o la lombriz de tierra el centro del poema; como escribe Valero, ese núcleo «permite no sólo el análisis de la morfología y supervivencia de las especies, sino la exploración de la condición humana y sus órganos vitales».