Un basurero español para limpiar el espacio
El investigador Gonzalo Sánchez Arriaga lidera un proyecto para frenar el aumento de restos de satélites en la órbita terrestre que obliga a la Estación Internacional a cambiar de rumbo
Una vez al mes la Estación Espacial Internacional (EEI) tiene que cambiar su órbita para evitar colisiones con basura espacial. Se trata de satélites artificiales ya no operativos y de una multitud de fragmentos de materiales, fruto de choques y explosiones, que amenazan tanto las misiones espaciales como los satélites que utilizamos para las telecomunicaciones, la observación del planeta y las previsiones meteorológicas. Conocen bien este peligro los tripulantes de la EEI, que en noviembre tuvieron que refugiarse en las naves de escape ante el riesgo de choque con los restos del impacto de un misil ruso contra un satélite no operativo lanzado por aquel país en 1982. Esos fragmentos se sumaron a los alrededor de 35.000 objetos creados por el hombre y de más de 10 centímetros que ya orbitan la Tierra, de los que unos 28.000 son controlados diariamente para evitar colisiones. Los más pequeños, que no pueden ser localizados por los rádares, superan el millón. Para intentar poner freno al grave problema de la basura espacial, un consorcio europeo coordinado por Gonzalo Sánchez Arriaga, profesor de Ingeniería Aeroespacial de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), está desarrollando un sistema que permitirá a los satélites descender sin utilizar combustible hasta reentrar en la atmósfera, donde se desintegrarán. Bautizado como E.T. PACK y financiado con tres millones por la Comisión Europea, este proyecto pretende dotar a los satélites de una cinta de aluminio de unos dos centímetros de ancho y varios kilómetros de longitud, que se desenrollará apuntando hacia la Tierra una vez que acabe su vida útil. Será una suerte de ‘ancla’ que facilitará su último viaje y su destrucción.
«Sobre la amarra espacial actúa una fuerza que se conoce como frenado de Lorentz, que se encarga de disminuir la altura de la órbita hasta provocar en pocos meses la reentrada en la atmósfera y su eliminación», explica Sánchez Arriaga. Si se usara propulsión química, la alternativa actual para no generar más basura espacial es que los satélites reserven alrededor de un 15% de su combustible para descender.