Mascarillas por ayudas
Premio al proyecto innovador de Raquel Hernández, farmacéutica de Ponferrada
carmen Tapia
LEÓN
La iniciativa ‘Operación mascarilla’, puesta en marcha durante la pandemia por la farmacéutica berciana Raquel Hernández Berciano, ha resultado ganador de uno de los Premios Cinfa a la Innovación y la Sostenibilidad en la Farmacia. La campaña consistió en una campaña de ayuda económica con los beneficios obtenidos por la venta de las mascarillas y que se destinaron a las personas más vulnerables afectadas por la pandemia. Hernández ideó un sistema de tarjetas que, con la implicación de los servicios sociales, la parroquia y los establecimientos comerciales del barrio, las familias seleccionadas pudieron obtener productos de primera necesidad. Cada tarjeta contenía el importe de 20 euros y a lo largo de los 10 meses que duró la campaña se recaudaron 9.100 euros que ayudaron a más de 20 familias de Ponferrada. «Empezamos en un momento en el que no se podían conseguir mascarillas con facilidad y mucho menos a un precio asequible. Nuestros vecinos y parientes estaban pasando un momento terrible y era muy duro exigirles el esfuerzo. Entonces se me ocurrió la idea. El dinero que íbamos a ganar con las mascarillas era una venta añadida que nos había caído del cielo y que, francamente, no necesitábamos. Sentí que, de alguna manera, debía devolver esas ganancias a las personas que lo necesitaban más que yo».
Además de la farmacéutica de Ponferrada, fueron reconocidas las iniciativas de Ana Sáez-Benito y Cristina Espuelas, en representación de 13 farmacias de Zaragoza, y Martín Ramírez De Diego, farmacéutico comunitario en San Juan de la Arena (Asturias), premiados por la creación de canales colaborativos entre farmacias y centros de salud y un modelo de desarrollo sostenible, respectivamente.
Raquel Hernández recuerda el éxito de la iniciativa «porque la gente nos comentaba que el hecho de que partiera de una farmacia les daba mucho más fiabilidad por la seguridad de que la ayuda quedaba en las familias necesitadas del barrio». La iniciativa premiada nació con el objetivo claro de que ninguna familia necesitada se quedara fuera por desconocimiento. «Para comunicar la acción hicimos carteles para el escaparate de la farmacia, para la iglesia y para los comercios locales involucrados. «Contacté con los servicios sociales del centro de salud y publiqué un vídeo en las redes sociales».
Hernández calculaba todos los meses el importe de los beneficios de la venta de las mascarillas y después lo entregaba al sacerdote de forma de tarjetas de 20 euros y el cura hacía llegar las tarjetas a las familias que tenían en el barro que lo necesitaban. «Las familias, a su vez, lo canjeaban en los comercios que tenían el distintivo en su escaparate y de esta manera también apoyaban a los negocios del barrio. A finales de mes, recorría dichos negocios para recoger las tarjetas y pagarlas en metálico. Así volvíamos a comenzar un mes más, sin descanso, hasta que la situación cambiara o mejorara».
El proyecto duró diez meses. «Se corrió la voz y las personas que venían a mi farmacia a por las mascarillas ya no estaban preocupadas por el precio, al contrario, incluso se llevaban más de las necesarias para colaborar con el proyecto».