Los años de plomo en Euskadi
l ‘Mejor no contarlo’ repasa en un ‘thriller’ el acoso de ETA a unos jueces
miguel lorenci
Con Mejor no contarlo (Larrad Ediciones) María Luisa García-Franco difumina la frontera entre el periodismo y la novela. En ese territorio híbrido que Truman Capote transitó en ‘A sangre fría’ ha armado un ‘thriller’ que discurre «en tiempos y escenarios reales». «En los años del plomo y cuando imperaba la ley del silencio ante el terror etarra en Euskadi», explica la autora. Finalista del XVII premio Fernando Lara, los protagonistas de la novela son la jueza Isabel Robledo, a la que ETA coloca en la diana, el pistolero que debe matarla y el infiltrado que pasa información sobre las intenciones de los etarras.
García-Franco se inició como periodista en el desaparecido diario Ya, para incorporarse luego a ABC, rotativo para el que fue corresponsal en el País Vasco durante dos décadas. Su primera novela se inspira así en hechos que vivió «muy de cerca» por su trabajo y que sus protagonistas prefirieron callar. «No podemos pasar página sin contar lo que verdaderamente ocurrió», reivindica la autora, que explica como su novela refleja parte de las silenciadas vivencias «de personas con quienes conviví del ámbito de la política, el periodismo o la empresa en aquellos años». «Ciudadanos que estaban amenazados de muerte, aunque ninguno se atrevía a contarlo», señala. Recuerda García-Franco como cuando recibían la noticia de que ETA disponía de sus datos personales «decidían no contarlo, porque entonces lo que cabía esperar de la sociedad vasca no era solidaridad, sino distancia». García-Franco optó por contar esta historia «de intimidación, soledad y silencios» porque le llamó la atención «que cuando se produjo la amenaza masiva contra los jueces, con la aparición en 2001 de un listado con ochenta nombres de magistrados en poder del comando Buruntza de ETA, todos estuvieran desprotegidos, a pesar de que, al amedrentar a los jueces, ETA buscaba condicionar sus sentencias».
Sin reacción institucional
«La mayoría de los jueces y fiscales que ejercían entonces en el País Vasco solo recibieron recomendaciones como variar sus itinerarios, mirar debajo del coche o girar la cabeza si estaban en presencia de un fotógrafo», explica la autora. Lamenta que «nadie arropara a los amenazados» y «que no hubiera una reacción institucional para protegerles hasta que ETA asesinó al juez José María Lidón». «Sin protección para los jueves el Estado de Derecho se tambaleaba y ETA se salía con la suya en su pretensión de que no hubiera justicia. Eso es muy grave, pero los jueces no tuvieron protección especial», reitera. Cree la autora que su novela «llena un vacío narrativo». «Se han contado las historias de los pueblos profundos, como hace ‘Patria’, pero no se había contado una historia urbana en un Bilbao moderno en el que la amenaza esta más fuera de lugar para la sociedad de lo que cabría pensar. La personas en el objetivo de ETA eran muy conscientes de la amenaza cuando el resto de la gente se creía que aquí no pasaba nada», concluye la autora. Su relato «es una aportación en clave simbólica y emocional a la configuración plural de la memoria de las víctimas», dice el expresidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, Juan Luis Ibarra, que firma el epílogo y lamenta que entonces «las instituciones desprotegieran a los jueces».
La prologa el escritor Lorenzo Silva, para quien la novela de García-Franco «nos acerca a algunas de esas personas que asumieron riesgos concretos y extraordinarios en defensa de las leyes que amparaban a los ciudadanos y que los acabaron librando de la coacción terrorista». «Y lo hace -concluye Silva- dejándonos ver que no eran seres excepcionales, que la dimensión más abrumadora de su heroísmo es que padecían el miedo y la zozobra como cualquier de nosotros».