Arte intercultural en el CHF
Cien voces por los derechos humanos
La asociación leonesa Auryn participa con otras dos entidades, una de Francia y otra de Italia, en un proyecto europeo que usa el arte para crear espacios de expresión para las personas inmigrantes y para la defensa de los derechos humanos. Hoy dejarán huella en el CHF de 100 Voix.
El proyecto 100 Voix —cien voces o sin voz según se interprete el sonido ‘cent’— realiza en León, en la residencia salesiana de La Fontana, la última fase de su trabajo con un encuentro de las asociaciones que lo desarrollan: Auryn (León. España), Carovana (Cerdeña. Italia) y Anime et Tisse (Rennes. Francia).
Se trata de un Erasmus+ para personas adultas en el que las personas inmigrantes, solicitantes de asilo o refugio tienen voz propia. Y el arte es su medio de expresión. Tres murales en Cerdeña, trabajos de serigrafía en Francia y el taller que se realiza hoy en una de las fachadas del CHF, frente a la sede de Auryn, son la expresión plástica de un proceso en el que se han creado nuevas herramientas para mostrar qué aportan las personas migrantes a las sociedades europeas a las que llegan y qué se cuestionan.
En La Fontana
Las tres organizaciones trabajan contra la discriminación y cuentan con espacios de acogida a personas inmigrantes o en proceso de asilo y refugio. La interculturalidad y los derechos humanos son los ejes de sus intervenciones artísticas. Hoy, a partir de las 11 de la mañana, invitan a los niños y niñas del barrio a participar en la acción artística y llevar su propia camiseta para serigrafiarla.
El arte se usa para borrar las barreras del lenguaje, como medio de expresión y de difusión de un mensaje político que incide más en lo que aportan las personas migrantes: «No soy de aquí, no soy de allí, pero soy una riqueza tanto aquí como allí», es uno de los lemas de la asociación Carovane, que trabaja en Cerdeña con un centro de acogida para menores no acompañados. Una maleta simboliza todo lo que traen estas personas. Más cultura, más idiomas, más sabores... Betta explica que ponen el foco en esa cara de la inmigración que no son los problemas hacia los que apuntan los medios y la política.
Mamadou, un senegalés que lleva 30 años en Italia y trabaja como mediador intercultural en la asociación Carovane, utiliza los cuentos que le narraba su abuelo para mostrar las situaciones que empujan a la gente de su país a emigrar.
La asociación Anime et Tisse de Rennes, en la Bretaña francesa, se centra en la serigrafía como medio de expresión. «Rennes es una ciudad socialista donde las personas migrantes tienen menos dificultades para conseguir los papeles, pero hay muchos problemas de vivienda y barrios donde conviven personas pobres tanto francesas como extranjeras», explica Régine Komokoli.
Es francesa desde hace siete años y representante del partido Los Verdes en el departamento de Rennes, pero «no me siento francesa porque sigo viviendo discriminación por el color de mi piel». Esta mujer de 40 años salió a pie de su país, la República Centroafricana, en medio de una guerra que «aún no ha terminado» cuando tan solo tenía ocho años.
Todavía vive en un albergue con sus tres hijas y a la lucha por los derechos de las personas migrantes ha sumado la defensa del planeta a través del ecologismo. Está particularmente implicada en la lucha por las mujeres migrantes, que sufren «triple violencia: física muchas veces, por la falta de papeles y por el patriarcado que cargan en su mochila cultural son más vulnerables y no denuncian». «Estamos todos en el mismo barco. Yo también trabajo duro por los niños de los blancos», sostiene esta mujer que hasta hace dos años no pudo hablar de su larga historia de sufrimiento a través de África y en Europa.
Nader, de Sudán, es otro de los voluntarios del proyecto. Durante el confinamiento realizó una investigación social sobre el doble aislamiento que sufrieron las personas migrantes, al estar cerradas las puertas para acceder a los programas. Usaron las redes sociales para crear un espacio de encuentro con estas personas con una taza de café compartido en la distancia.
El lema del encuentro en León de 100 Voix en León es «somos una inmensa minoría». Las herramientas artísticas experimentadas se han sistematizado para que queden como muestra de hasta dónde puede llegar y comunicar el arte en relación a la interculturalidad y los derechos humanos.
«Rennes es una ciudad con un tejido social muy vivo y las asociaciones proporcionaron sustento para mantener a estas personas que estaban más aisladas que el resto de la población», explica Nader.
Mamadou, Régine Komokoli y Nader son tres ejemplos de que las personas migrantes se implican en sociedad que les recibe en actividades voluntarias, «no como dice Marie Le Pen», la líder de la ultraderecha francesa que disputa a Macron la presidencia de Francia en la segunda vuelta.
Son personas que han soñado Europa como el lugar donde pueden vivir con más tranquilidad, pero al llegar se dan cuenta de que es como «si te ofrecen una casa con cocina pero no tienes llave para entrar. Se habla poco o no se habla del sufrimiento psicológico: vivimos violencia en nuestro país y aquí», explica Régine Komokoli.
«No venimos por turismo, tenemos que huir de nuestro país muchas veces por guerras, es también un acto de responsabilidad denunciar lo que pasa allí», comenta Nader, de Sudán. El derecho a la vivienda, la educación, la sanidad tampoco es respetado para personas europeas y cuando llegan migrantes se producen tensiones, pero «unos y otros son víctimas», recalcan. «Señalando a los migrantes se consigue una ‘guerra’ entre pobres».
La guerra en Ucrania está presente en las conversaciones del encuentro. Hay «optimistas» que piensan que la situación de las personas migrantes puede mejorar gracias al caudal de sensibilidad ciudadana con la población refugiada de Ucrania y a las medias legales que ha adoptado la Unión Europea para facilitar su acogida.
Mohamed es un joven sirio refugiado en León que colabora como voluntario en Auryn. «Vivo en el barrio y mis hermanos están en el centro». Su entrada fue a través de un voluntariado europeo a Italia durante un mes, otro de los proyectos que Auryn desarrolla en León. Tenía experiencia en el trabajo voluntario con población palestina en Líbano.
La vida de Mohamed se truncó en 2011 con la guerra en Siria. Tenía 18 años y soñaba con ser director de banco. Salió con su familia hacia Líbano, donde permanecieron siete años. Cuando lograron entrar en el programa de Acnur y les ofrecieron venir a España, hace tres años, «pude volver a tener otro sueño». Se prepara para abrir una tienda para arreglar y vender móviles, oficio que practicó durante sus años en Líbano.
En la última semana ha tenido la oportunidad de contribuir a crear las herramientas que se han construido en el proceso del Erasmus+ 100 Voix y aportar su propia voz a este proyecto europeo que lideran Auryn, Caronana y Anime et Tisse desde León, Cerdeña y Rennes.