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León

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Laurent Cantet (Melle, 1961), cineasta conocido por retratar el mundo actual con películas valientes y comprometidas con temáticas sociales, ha dedicado su último filme, «Arthur Rambo», a investigar las repercusiones que el uso de las redes sociales tienen en la vida moderna. Una de sus conclusiones, afirma en una entrevista con Efe, es que los y las «influencers», los comentarios a bote pronto en redes como Twitter y los debates que se generan de 140 en 140 caracteres «predisponen a la tontería, a la nulidad, y se genera un discurso de idiotas».

El cineasta, ganador de la Palma de Oro de Cannes con «La clase» (2008), opina que «si quieres saber algo de esta época, es esencial saber cómo funcionan, qué son y cómo se usan las redes sociales». Y eso es lo que hace con esta película, octavo largometraje de su carrera, donde analiza cómo un joven escritor argelino pasa en unas horas de ser la nueva promesa literaria de la intelectualidad parisina a quedar hundido en la miseria cuando se desvela su identidad como autor de unos tuits antisemitas, racistas y homófobos que publicó a los 16 años bajo el nombre inventado de Arthur Rambo. «No se puede reflejar la complejidad del mundo en 140 caracteres, cuando ves un hilo de Twitter enseguida ves que hay tres argumentos, el comentario, el insulto, y los comentarios del insulto, y acabas hablando por frases hechas», se lamenta el director de «El taller de escritura»(2017).

La película arranca con Karim en un plató de televisión a punto de dar una entrevista, le llueven los halagos y la editorial prepara un lanzamiento a gran escala de su libro, en el que habla de sus orígenes humildes y de su madre, inmigrante en Francia. En cada escena, Cantet intercala los mensajes que van corriendo por las redes, y muestra cómo los móviles parecen prolongaciones de las manos de quienes le rodean; en cuanto se difunden los tuits, Karim no tiene salvación. Aunque trata de explicar que Arthur Rambo es un personaje ficticio que creó para hablar sin límites, un «punk» con quien sólo comparte la rabia, a nadie le importan ya sus explicaciones. «Los comunicadores y los políticos, sobre todo los de extrema derecha, han entendido que había que meterse en esto y usar el mismo idioma para ser eficaz.

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