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Hallazgo insólito

Antonia Cid, la leonesa que consiguió en 1879 la primera condena por maltrato

Julen Ugidos, un psicólogo oriundo de Villademor de la Vega, rastreaba su genealogía cuando se topó con un legajo de un juicio de faltas de hace 143 años por la paliza que le dio su marido

Las cuatro páginas de la sentencia histórica que

León

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El primer caso, que se conozca, de una condena por violencia de género en Castilla y León tiene 143 años de historia. Mucho antes de que se acuñara un término que hoy está tipificado en el Código Penal y es causa de agravante cuando se trata de la pareja o expareja, una mujer de un pueblo leonés de la vega del Esla se rebeló contra el maltrato de su marido y reclamó justicia.

Antonia Cid , una vecina de Villademor de la Vega, nacida en 1836, es la leonesa que marcó este hito. Logró que su marido, un respetado propietario del pueblo, fuera condenado a cinco días de arresto por la paliza que la dejó incapacitada de un oído , al romperle el tímpano a golpes.

El caso ha sido rescatado del olvido, con pruebas documentales, por Julen Ugidos , un psicólogo de 34 años oriundo del pueblo leonés por parte materna, que hurgaba en los archivos municipales en busca de su genealogía cuando se topó con el legajo de un juicio de faltas que en principio llamó su atención «por ser Cid uno de los apellidos de mi familia que buscaba».

Los dos folios de la sentencia se encontraban en una carpeta que contenía documentación de lo más diversa, «algún que otro testamento, consentimientos matrimoniales, listados sobre propiedades, pleitos sobre invasiones de tierras…». Pero aquellas dos hojas que estaban pegadas y olían a humedad le depararon una sorpresa mayúscula. 

El libro Ahogada en el silencio. Biografía de Antonia Cid, de Julen Ugidos, detalla este episodio con todo lujo de detalles. DL

El  9 de diciembre de 1878 la casa consistorial de Villademor de la Vega fue el escenario de un juicio insólito para la época a instancias de la denuncia de una mujer, que había sido madre soltera, viuda y había perdido a sus dos únicos hijos antes de casarse con Santiago Alonso, también viudo y casado en terceras nupcias con Antonia en 1875.

En la escena judicial participaron, además de la denunciante y el denunciado, Pascual Chamorro, juez municipal, Joaquín Chamorro, fiscal municipal, y Aquilino Alonso, secretario municipal, además de dos testigos y el médico del pueblo. El libro Ahogada en el silencio . Biografía de Antonia Cid, de Julen Ugidos, detalla este episodio con todo lujo de detalles a partir de la sentencia y las pesquisas que ha llevado a cabo desde su descubrimiento para acercarse más a esta «mujer valiente» que se ha convertido en una pionera en denunciar el maltrato en Castilla y León y posiblemente en España. 

«El único precedente es el de Francisca de Pedraza , de Alcalá de Henares, que en el siglo XVII alegó malos tratos para una disolución matrimonial, pero no fue una denuncia como la que hace Antonia», explica Ugidos.  «El juicio no contempla un caso de maltrato continuado de Santiago sobre Antonia, sino sobre la paliza que éste le propinó a ella el día 6 de octubre» de aquel año de 1878.  Si le había pegado antes, el tribunal municipal no entró en ello. Antonia alegó que había sido víctima de lesiones a causa de la paliza y pidió justicia para ello . El marido negó los hechos y alegó que «por cuestiones familiares anduvieron agarrados el día que se dice, y que en el caso de haber salido lesionada» responsabilizó a sus propios hijos de ser los causantes.

Por suerte para Antonia, dos testigos avalaron su denuncia. Los vecinos Francisco Chamorro y Francisca Mateos confesaron que Santiago dio un bofetón a su mujer Antonia, «bañándola en la cara de sangre y tirándola con el golpe en tierra». El médico testificó que atendió durante cuatro días a la mujer por las lesiones sufridas. 

Hubo que esperar a una segunda sesión, que se celebró el 20 de enero, para que se oyera la petición del fiscal: «Que al Santiago Alonso se le imponga el arresto de doce días que debe cumplir en la Casa Consistorial de esta villa y reprensión conforme al número segundo del artículo seiscientos tres del Código Penal vigente».

Vientos de progreso

Antonia Cid se ‘benefició’ de los vientos de ‘progreso’ que trajo La Gloriosa para las mujeres víctimas de malos tratos. Como explica Julen Ugidos en el libro que presentará el próximo 9 de julio en Villademor de la Vega, el Código Penal aprobado en 1870, en vigor cuando se enjuicia su causa, establece en el punto número 2  del artículo 603 que «serán castigados con la pena de cinco a quince días de arresto y represión, entre otros, los maridos que maltraten a sus mujeres aun cuando no les causaren lesiones de las comprendidas en el párrafo anterior». Se refiere a lesiones que no les impidieran dedicarse a sus trabajos habituales ni precisaran asistencia médica.

El juez de Villademor de la Vega, Pascual Chamorro , dictaminó el 21 de enero de 1879 la mínima condena establecida en este artículo. Cinco días de arresto. En la reconstrucción de los hechos que realiza el biógrafo de Antonia Cid se sitúa al secretario municipal Aquilino Alonso en el domicilio del matrimonio notificando el fallo ese mismo día.  «Entendemos que Santiago Alonso fue ingresado de inmediato en la prisión de la Casa Consistorial de Villademor de la Vega, donde permaneció tan sólo cinco días de arresto y represión», anota en el libro. Una condena que poco pudo resarcir a Antonia y que Ugidos sospecha que hasta pudo costarle la vida.

En la tercera casa por la izquierda vivió Antonia Cid en Villademor de la Vega. DL

A partir de este día la existencia de Antonia «se desvanece» en la documentación del Registro Civil de Villademor de la Vega. La primera pista que ha encontrado Julen Ugidos está en la partida de defunción de Santiago Alonso, eñ marido maltratador, que falleció el 30 de noviembre de 1898 a los 63 años. «En el documento que registró su defunción quedó recogido cómo éste era viudo de Antonia Cid en el momento de su fallecimiento», explica.

Antonia ya había muerto para esa fecha. Sin embargo, su defunción no consta en ninguno de los registros civiles que ha consultado en Villademor de la Vega y pueblos de los alrededores. Julen Ugidos, que sospecha que la mujer marchó de la casa tras aquella condena, ha buscado infructuosamente esta pista.

El epílogo del libro lanza una hipótesis que estremece. En 1888 fue encontrado el cadáver de una mujer de unos 55 años en el canal del Esla , cerca del Puente de Hierro, que atraviesa la carretera. El secretario municipal Aquilino Alonso hace constar que «no se ha podido identificar» a la persona por ser «forastera  y desconocida». Como causa del fallecimiento se apunta la asfixia por sumersión.

Se pregunta el autor de esta singular biografía de «una mujer valiente» ‘ahogada en el silencio’ si pudo matarla el marido o decidió suicidarse. Sea como fuere, Julen Ugidos, apoyado por personas del pueblo como la periodista Teresa Giganto, María Vázquez, la exdirectora general de la Mujer de Castilla y León, Ruth Pindado, y quienes han sido sus ojos en los archivos municipales y eclesiásticos, ha sacado del olvido la gesta de Antonia Cid, 

Y junto a ella a todas «las mujeres valientes que se rebelaron contra los malos tratos cuando éstos formaban parte de su día a día. Cuando el maltrato contra la mujer no existía como fenómeno reconocido y combatido por la sociedad», como apunta en la dedicatoria de este libro con el que pretende denunciar una lacra de siglos que aún hoy golpea a las mujeres.

«El maltrato a la mujer no nace ahora como las setas, viene de muy atrás»

El caso de Antonia Cid es una excepción en la historia. Al menos la que ha trascendido hasta la fecha a partir del hallazgo casual de una sentencia en la que se condenaba a su marido, a cinco días de arresto, por una paliza que dio a su esposa.  Que los malos tratos no sólo formaban parte del día de las mujeres, sino que además eran tolerados, lo muestran las hemerotecas . Hace cien años, el Diario de León publicaba una breve nota en la que una mujer que abandonó su casa porque su marido le pegaba fue puesta a disposición de la autoridad por esta causa.

No sólo no se detenía al marido, sino que la mujer se convertía en ‘delincuente’ por abandonar el hogar. Julen Ugidos, que ha tenido contacto con víctimas de violencia de género en algunos ámbitos de su profesión como psicólogo especialista en intervención psicosocial, espera que la reconstrucción de la vida de Antonia Cid y la sentencia pionera de violencia de género que propició su denuncia en las postrimerías del siglo XIX sirva «para recordar que el maltrato no nace ahora como las setas, sino que viene de muy atrás» y «formaba parte del matrimonio».

También quiere hacer reconocimiento a mujeres que como Antonia, al alzar la voz y no callarse, aunque haya sido desde el anonimato, «han contribuido a que hoy tengamos unas leyes» que reconocen la violencia hacia las mujeres como una lacra y la castigan. «A lo largo de la historia ha habido muchas luchadoras ahogadas en el silencio, como Antonia», incide.

Una violencia estructural que, en palabras del autor de Ahogada en el silencio. Una biografía de Antonia Cid, se mantiene porque «seguimos mirando con los ojos de un sistema patriarcal». Algunas mujeres como Antonia, una humilde ciudadana, alzaron la voz para pedir justicia para sí mismas. Otras como la escritora Emilia Pardo Bazán , coetánea de Antonia, lo pusieron negro sobre blanco en sus relatos. La gallega que no pudo entrar en la Real Academia de la Lengua por ser mujer dedicó al maltrato a la mujer una serie de relatos recientemente publicados bajo el título El encaje roto. Las hemerotecas han dejado constancia de esta violencia en notas aisladas, cargadas de morbo en ‘crímenes pasionales’, como se llamaba a lo que hoy se consideran feminicidios y asesinatos machistas. Los «mal llamados crímenes pasionales» como apuntaba en el Diario de León un cronista en los primeros años del siglo XX. 

Desde 2003, se han registrado en España 1.152 asesinatos machistas confirmados, 1.153 si se confirma el de una mujer de 53 años en Sevilla ocurrido a última hora de ayer.