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El playboy que inspiró a ‘El Gran Gatsby’

Fue socio de Al Capone, Onassis y Howard Hughes, amante de Josephine Baker, Rita Hayworth, Dolores del Río y Ginger Rogers; enseñó a bailar el tango a Chaplin y, amigo de Scott Fitzgerald, inspiró ‘El Gran Gatsby’; fue conocido por Macoco y sus recuerdos son publicados ahora en España por Roberto Alifano, escritor fue amanuense de Borges.

Martín Máximo Pablo de Álzaga Unzué, conocido como ‘Macoco’.

Publicado por
León

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Por el apelativo familiar de Macoco fue mundialmente conocido Martín Máximo Pablo de Alzaga Unzué, rico heredero y hombre generosísimo, un dandi que también fue campeón de automovilismo en los locos años 20 y que hizo que Sacha Guitry acuñara el dicho de «es rico como un argentino», además de hacerse con el corazón de Gloria Swanson y con las atenciones de Tamara de Lempicka, quien lo inmortalizó con sus pinceles.

Macoco compartió amistad con Roberto Alífano (1943), quien aprovechó las numerosas conversaciones que sostuvieron durante los últimos años de su vida para tomar notas, con las que ha armado el libro «Macoco, el primer playboy», ya que ese título, el de ‘primer playboy’, fue otro de los que el rico y alegre heredero argentino se hizo acreedor tras una vida de fiestas, triunfos y amoríos en la que tuvo tiempo para ser condecorado por el general Charles De Gaulle como héroe de la Resistencia, ser confidente de Marlene Dietrich y codearse con Gary Cooper.

La editorial Renacimiento, que ha publicado el libro, ha anunciado que los derechos de Macoco, el primer playboy han sido reservados por Netflix, plataforma audiovisual que proyecta dedicarle una serie al hombre que, educado entre La Sorbona y el exclusivo Eton, fue precursor del automovilismo deportivo en Europa y ganó a los 23 años un Gran Premio de Marsella.

Ua gran herencia

Heredero de una de las grandes fortunas de la América hispana —su herencia seguía siendo incontable tras repartirla con sus cinco hermanos—, hizo del Buenos Aires de la ‘belle epoque’ su centro de operaciones juvenil para posteriormente sentar sus reales en París, Londres, Nueva York y Beverly Hills, donde cultivó la amistad de Greta Garbo, Clark Gable, Carlos Gardel y Errol Flynn, junto a quien, en cierta ocasión, se enzarzó a puñetazos contra varios adversarios mientras ambos se defendieron espalda contra espalda hasta salir victoriosos.

Macoco se tuvo por aristócrata y con aristócratas convivió y se divirtió, mientras despreció a los esnobs, a los nuevos ricos y a los burgueses de cierto pelaje, del mismo modo que despreció los populismos, lo que no le impidió mantener también amistad con el general Juan Domingo Perón —el primer capítulo de Macoco, el primer playboy cuanta como un general desconsolado, ya viudo, le cita en su despacho para pedirle el favor de que le presente a su amiga Ginger Rogers—.

Ginger Rogers veraneaba en Brasil y allá se fue Macoco en su busca con pasaporte diplomático: «No fue difícil traer a Buenos Aires, como invitada de honor del presidente de la República, a mi vieja amiga, la Rogers, quien, por otro lado, me debía antiguas atenciones. En los tiempos de pasados esplendores yo fui quien financió en Hollywood la película Vampiresa, dirigida por LeRoy, con la Rogers de estrella principal».

Pero entre las cosas más sorprendentes que cuenta Alifano está que Macoco, que conoció a grandes de la época que le precedió, como Sarah Bernard, trató también a Agustina Otero Iglesias, la Bella Otero, la bailarina que encandiló a Eduardo VII de Inglaterra, a Leopoldo II de Bélgica, a Alberto de Mónaco, al zar Nicolás II, al káiser Guillermo y a Alfonso XIII, y escribió una historia de su vida. «No soy periodista, pero me gustaría oírla contar su vida, señora», le dijo Macoco a la Bella Otero, de quien se convirtió «en una suerte de cronista de aquella anciana resignada», a la que asistió económicamente y con la que se reunió durante un verano entero.

Se lamenta Alifano, en conversación con Macoco: «¿Adónde habrán ido a parar esos textos con las confesiones de la Bella Otero que alguna vez me mostraste y nunca se publicaron?». Macoco, que era primo de Adolfo Bioy Casares y amigo y admirador de Borges, voló muy alto también literalmente porque pilotó aviones y compartió amistad con Antonie de Saint-Exupery, y tuvo algo de filósofo, a juzgar por las frases que Alifano le anotó: «Lo más difícil de la vida es no hacer absolutamente nada»; «La vida es corta para perderla viajando» y «El amor platónico, donde yo ponía la plata y ella el tónico».