Diario de León

DEBAJO DEL ALFALTO ESTÁ EL BOSQUE DE HIERBAS

Bajo el hormigón se esconde una auténtica selva. Las plantas silvestres que crecen en las ciudades protegen el suelo de la erosión, tienen propiedades medicinales, aromáticas, culinarias polinizan y además son de una gran belleza. Es la hora de la buena fama para las malas hierbas

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Quien puso el nombre de malas hierbas a las plantas que crecen en el asfalto, en la aridez de un descampado, al resguardo de una tubería no estuvo muy acertado. No por carecer de prestancia o impedir a veces el crecimiento de otras congéneres estas especies son tan dañinas como se cree. Al contrario. Los ejemplares de la injustamente llamada maleza tienen propiedades medicinales, aromáticas, polinizadoras y en ocasiones son tan bellas que merecerían lucir en una floristería.

El jardinero y divulgador Eduardo Barba y la ilustradora Raquel Aparicio en ‘Flor de asfalto. La vida de las hierbas urbanas contada por ellas mismas’ (Tres hermanas), hacen una apasionada defensa de la flora de ciudad. A Eduardo Barba le duele que los servicios de jardinería arranquen sin ningún miramiento hierbas que atraen insectos polinizadores, protegen el suelo de la erosión y aportan nutrientes.

«Los alcorques que han sido desherbados, al cabo de unos días están muertos. Una hierba espontánea no es síntoma de dejadez o suciedad. Aporta riqueza al captar abejas y fauna auxiliar que devora por ejemplo pulgones», asegura Eduardo Barba.

Aparte de combatir las plagas y contribuir a la creación de un microclima favorable, muchas malas hierbas han saciado el hambre del ser humano. Malvas y ortigas han sazonado los potajes de los más pobres, mientras que el ombligo de Venus ha adornado los platos de alta cocina.

«La verdolaga (‘Portulaca oleracea’) es una de las plantas más nutritivas que existen y una fuente de omega-3», dice Barba.

¿Pueden hacer algo más por nosotros las malas hierbas? Sí. Más allá del escozor y las ronchas que provoca si se agarra sin precaución, la ortiga alberga un extracto acuoso que contiene «principios antisépticos contra una grandísima cantidad de bacterias». Otra de la que se presume tiene propiedades terapéuticas es la lechetrezna, que al parecer puede suprimir la tinta de los tatuajes, una cualidad que aún no está lo suficientemente estudiada.

Creíamos que allí donde se levantaba el hormigón no crecía la hierba. Pero como dice Barba, la ciudad, más que un desierto, es una isla de biodiversidad. Debajo de los adoquines no estaba la playa, pero sí un bosque en potencia. Nos percatamos de la presencia de malvas, jaramagos, vivoreras, amapolas, manzanillas, dientes de león y cardos en el confinamiento, cuando crecieron con profusión sin que nadie las molestara. Ahora piden una segunda oportunidad.

«Algunas son muy bellas y un ejemplo de resiliencia. Son plantas que puedan hacer frente a suelos contaminados», apunta Barba. La chirivita destaca por su servicio a la humanidad: es esa margarita que deshojan los amantes para saber sin son correspondidos.

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