Diario de León

LA GENÉTICA AL SERVICIO DE LA SALUD Y LA JUSTICIA

Carola García, la inmunóloga que defenderá la inocencia de la madre condenada por 4 infanticidios en Australia

-La doctora que ha desentrañado el origen del lupus utilizará sus estudios genéticos en apoyo de la mayor asesina en serie de Australia

Carola García de Vinuesa. FERNANDO OTERO PERANDONES

Carola García de Vinuesa. FERNANDO OTERO PERANDONES

León

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La doctora Carola García de Vinuesa (Cádiz. 1969) salió de España hace 30 años con la idea de convertirse en una médica dedicada a la cooperación internacional. Trabajó en India con la madre Teresa de Calcuta, acabó dedicándose a la investigación y ha pasado dos décadas en Australia donde es considerada una eminencia en el campo de la inmunología hasta el punto de que En 2015 entró en la Academia de Ciencias australiana y en 2020, en la de Salud y Medicina. Es también ganadora del Premio al Científico del Año del Ministerio de Ciencia en Australia.

Su nombre aparece vinculado en la wikipedia al de la mujer que lleva colgada desde 2003 la etiqueta de mayor asesina de Australia, Katleen Folbigg. Vinuesa sabía de ella desde casi su llegada a Australia.

En 2003 vivió a través de los medios de comunicación la demonización de esta madre acusada de asesinar a tres de sus hijos y del homicidio involuntario de la cuarta y condenada a 40 años de prisión. La mujer ha mantenido su inocencia.

En 2018, un abogado joven se puso en contacto con el laboratorio de Vinuesa y empezó lo que sin duda dará para un guión de serie. El caso se ha reabierto por segunda vez en base a los estudios genéticos de Vinuesa y su equipo y con el aval de 90 científicos, entre ellos dos premios Nobel, y se dirimirá en Australia en una larga vista que se espera se prolongue hasta febrero de 2023. Un par de preguntas para comenzar el encuentro con la periodista.

—Sus investigaciones son clave para demostrar la inocencia de Katleen. ¿Cómo lo ha conseguido?

—Es otra línea de investigación. Ahora no puedo hablar mucho porque se ha vuelto a reabrir y en noviembre tengo que ir a Australia a testificar en el caso.

—¿Cómo descubrió que la muerte de los hijos de Kathleen Folbigg acusada no fue por homicidio?

—A través de un estudio genético. Lo bueno de poder secuenciar el genoma entero es que de repente puedes tener delante tuyo los tres billones de letras del genoma, aunque realmente solo tenemos métodos para evaluar un 1%, la parte del genoma que codifica proteínas. Pudimos hacer lo que no se pudo hacer en 2003 cuando a ella le enjuiciaron: examiné todos los genes que se sabe que pueden causar muerte súbita y encontré una mutación en uno de los genes que estaba más conocido como causa de muerte súbita en la infancia. Después lo hemos seguido con un estudio de investigación por expertos en el análisis de estas mutaciones en calmodulina y demostrado que esta mutación es tan severa como otras que han causado la muerte de muchos niños en el mundo por arritmia cardiaca.

El caso llegó a ella a través de un abogado joven, David Wallace, que había hecho un curso de inmunología de posgrado en el departamento de Vinuesa. Tras ver en televisión un reportaje sobre el caso Kolbigg le llamó y le preguntó si ya existía la tecnología para realizar una investigación genética. Y así era. La tecnología genómica había avanzado mucho en quince años y en su laboratorio ya estaban secuenciando genomas humanos enteros.

Nada más leer los informes se dio cuenta de que las muertes de los niños podían deberse a causas genéticas. Entraron en la cárcel, recogieron la muestra de saliva de Kathleen, secuenciaron el genoma y lo analizó por separado con la colaboración de su colega Todor Arsov. Ambos llegaron a la misma conclusión: Había una mutación en un gen, Calm2, Ya se habían descrito otras mutaciones en este mismo gen que habían causado muerte súbita en niños pequeños. Secuenciaron el genoma de los niños a través de la sangre que se recoge en los hospitales australianos al nacer  y demostraron, primero, que las dos primeras niñas tenían esta mutación. Contactó con el mayor especialista en mutaciones del gen y arritmias letales heredadas,  el profesor Peter Schwartz, del Instituto Auxológico de Milán, que había encontrado un caso similar en una familia europea. 

Esta prueba no se consideró suficiente en 2019 por el primer tribunal que revisó el caso. Pero la doctora Vinuesa no se rindió. Recurrió al danés Michael Toft Overgaard y se hicieron pruebas en distintos laboratorios que concluyeron que la mutación de los niños Folbigg interrumpía el ritmo cardiaco. Esta investigación, revisada por pares y publicada en la revista Europace, pasó a considerarse que había más de un 99% de probabilidad de arritmia letal con resultado de muerte súbita. Cuando en mayo presentaron el informe avalado por 90 científicos esperaban la libertad condicional de la mujer. Pero no sucedió así. La mujer sigue en prisión y Vinuesa irá a declarar en noviembre como testigo en un nuevo intento por aclarar la inocencia de Katleen Kolbigg, condenada en base a frases extraídas de su diario que su exmarido presentó ante la policía como que su hija Sara se había ido «con un poco de ayuda». Los cuatro niños habían nacido entre 1989 y 1993 y fueron muriendo con muy pocos días de vida. 

Pero el alcance del trabajo de la inmunóloga gaditana va mucho más allá de este mediático caso. Carola García de Vinuesa, la inmunóloga española que descubrió el mencionado caso de los cuatro niños australianos, por los que su madre cumple condena desde 2003 como su asesina, fallecieron a causa de un gen que les causó la muerte súbita, ha vuelto a revolucionar la investigación con el hallazgo de una mutación en el gen TLR7 de Gabriela, una niña madrileña, cuyo ADN ha servido para desentrañar el misterio del lupus. Esta enfermedad autoinmune que afecta a una de cada 700 mujeres y es nueve veces inferior en los hombres, está relacionada con el doble cromosoma X de las mujeres. Este viernes presentó estos resultados en el IV Congreso de la Sociedad Española de Inmunología (SEI) que se clausura este sábado en León.

El caso de los niños Folbigg ha sido reabierto y en noviembre, Vinuesa, acudirá a testificar en la vista que probablemente se prolongará hasta el mes de febrero de 2023. La científica española, que se hizo médica con una vocación social que la llevó a trabajar con la madre Teresa de Calcuta en India, llegó la investigación sensibilizada por la alta mortalidad infantil con que se encontró en otra experiencia que tuvo en África.

En 2001 consiguió una beca para la Escuela de Investigación Médica John Curtis de la Universidad Nacional de Australia, donde estuvo al frente del departamento de Inmunología durante ocho años.

La doctora Vinuesa, que salió de España hace 30 años con la idea de convertirse en una médica dedicada a la cooperación internacional. Trabajó en India con la madre Teresa de Calcuta, acabó dedicándose a la investigación y ha pasado dos décadas en Australia donde es considerada una eminencia en el campo de la inmunología. Ahora está al frente de un laboratorio en el Francis Crick Institute de Londres (Reino Unido).

—¿Cómo empezó con las investigaciones sobre el lupus hasta legar a resultados tan exitosos como los que ha presentado hoy en León?

—Empezamos hace más de 20 años con ratones y aprendimos mucho, pero muchos de estos resultados no conseguíamos trasladarlos a pacientes. Pensamos que podía ser porque los ratones no tenían los mismos genes mutados que los pacientes. Cambiamos el enfoque y decidimos empezar a secuenciar los genomas de pacientes y buscar mutaciones raras, que, aunque afectaran a números pequeños de pacientes, tuvieran efectos muy severos.

—¿Por qué buscaron este tipo de pacientes?

—Estos pacientes son muy informativos para poder entender cómo funciona la enfermedad. Buscamos pacientes que tuvieran mutaciones que no las tuvieran los padres. Las llamamos ‘de novo’. Son mutaciones que si participan en la enfermedad pueden ser bastante severas y darnos mucha información sobre mecanismos. Lo bonito es que ahora, con todas las tecnologías de edición genómica, una vez que tenemos la mutación del paciente, la podemos introducir en el ratón. Por primera vez, tenemos modelos de ratón que son buenos modelos de enfermedad. Uno de estos pacientes, que acabamos de publicar hace poco en Nature, es una niña llamada Gabriela, que la veía mi compañera en el Hospital del Niño Jesús. Gracias a la mutación de Gabriela hemos aprendido mucho sobre el lupus. Al ponerla en ratones, hemos entendido cómo unos cambios o una forma de producir un tipo de célula B que es patogénica es muy importante para esta enfermedad.

—¿Ha servido para enfocar nuevos tratamientos en el lupus?

—Las conclusiones son importantes porque nos dan ideas de cómo tratar mejor estas enfermedades. Estos resultados en concreto nos dan idea de que podría haber tratamientos que, o inhiban el receptor que está mutado en Gabriela, que se llama TLR7 y pensamos que va a ser importante para otros muchos pacientes, no sólo para pacientes que tengan mutación en otro receptor. Sabemos también que las células que causan enfermedad expresan muy alto nivel de C19 y se acaba de producir un descubrimiento muy importante que se acaba de publicar la semana pasada en Nature Medicine, un tipo de tratamiento CAR-T, que está dirigido a C19, la molécula expresada a nivel más alto por estas células patogénicas B. Estamos ilusionados porque estamos haciendo descubrimientos que creemos que van a tener mucho impacto en los pacientes y empezando a entender un poco más que el origen del lupus.

—¿Avanza esta investigación en las posibilidades de uso de las terapias CAR-T más allá de ciertos tipos de cáncer?

—Por supuesto. Es muy novedoso y los resultados han sido sorprendentes. Una cosa llamativa es que en las terapias contra el cáncer pueden tener más efectos secundarios, pero han tenido muy pocos efectos secundarios en pacientes con lupus. Algo que se puede deber a que en pacientes con cáncer es más fácil tener tormentas de citoquinas debido a la carga tumoral. En el caso del lupus no hacen falta tantas células para trasladar la autoinmunidad y por ello los efectos secundarios son probablemente más leves. Abre mucho optimismo de poder tratar enfermedades causadas por autoanticuerpos, anticuerpos dirigidos a nuestros propios tejidos. Hay esperanza de poder tratarlas con estos tratamientos, aunque siguen siendo muy caros y puede que se reserven para los pacientes que no responden a terapias convencionales. Pero tristemente sigue habiendo un grupo de pacientes que no responden al tratamiento.

—¿Qué porcentaje de los 100.000 pacientes que hay en España?

—No me atrevería a decir un porcentaje concreto.

—En todo caso, no sería la mayoría.

—No, es una fracción.

—¿Por qué afecta más a las mujeres esta enfermedad autoinmune?

—Es parte de nuestro descubrimiento en el gen de Gabriela. El TLR7 es un gen que está en el cromosoma X. Las mujeres tienen dos cromosomas X y los hombres uno. Aunque, en teoría, uno de los cromosomas X en las mujeres se inactiva, ahora sabemos que en algunas regiones del cromosoma no se inactiva y una de estas regiones es donde está el TLR7, este receptor. La conclusión es que las mujeres tienen doble dosis de gen TLR7 y los hombres solo tienen una.

—¿Y esto produce el efecto que usted llama Ricitos de oro?

—El año pasado se demostró que este gen TLR7 es importante para proteger contra virus como el covid, el Sars-Cov-2, y lo que ha sucedido es que una proporción mayor de hombres padecen covid más severo porque tienen mutaciones en TLR7, pero en la polaridad opuesta pierde en función de TLR7 y encima solo tiene una copia. En el lupus es lo contrario, gana en función TLR7 y las mujeres tienen dos copias. El efecto Ricitos de oro, que en Inglaterra decimos goldilocks, es el símil que usamos porque es como tener la sopa en la temperatura adecuada: si la tienes demasiado caliente te quema y demasiado fría no te gusta y no te la tomas. El TLR7 es lo mismo: hay que tener la dosis suficiente para protegerse contra virus, pero no demasiado porque pierdes autoinmunidad. Son de esas moléculas que tienen que estar bien reguladas. La autoinmunidad a veces es una reacción excesiva de un mecanismo que es normal para protegernos.

—¿Esto se ha descubierto en su investigación?

—No, nosotros hemos descubierto que ésta es una causa del lupus en humanos. Había evidencia y asociaciones de este mecanismo, pero faltaba la causa definitiva: probar que una mutación en este receptor causa lupus. Lo hemos probado definitivamente porque hemos descubierto la primera mutación en TLR7 en un paciente de lupus, Gabriela, y luego hemos encontrado otros pacientes con mutaciones parecidas. Ahora sabemos que es una asociación causal. Hemos contribuido a decir que el TLR7 causa lupus y como está en el cromosoma X ya sabemos que probablemente es una causa importante. Que no digo que sea la única. Probablemente haya contribución de factores hormonales, otros genes en el cromosoma X, etc, pero sabemos que este contribuye a esa susceptibilidad en mujeres.

—Hay más de un centenar de enfermedades autoinmunes y aumenta su incidencia. ¿Hay factores ambientales que contribuyan?

—Los cambios de la vida occidental. La genética no evoluciona tan rápidamente y este aumento ha sido bastante reciente. Hay factores ambientales que no conocemos aún, pero probablemente uno de ellos va a ser la dieta. 

—¿Cuáles son las que más preocupan?

—Preocupan todas y algunos lo malo que tienen, como la diabetes tipo 1, una vez que has perdido las células que producen insulina son irrecuperables. Ahí las CAR-T no pueden hacer nada. Es demasiado tarde. Hay esperanza en coger a pacientes muy pronto, en la fase de luna de miel   

 

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