Casi 200 pendones, 50 carros y 60.000 romeros
Será día de sabores fuertes, de chorizo, pulpo y morcilla; de calor y gente, donde el jolgorio se practica con mesura en la cita más concurrida
La fiesta de San Froilán en La Virgen del Camino, documentada desde el siglo XVI, logrará atraer a 60.000 romeros de León, Asturias, Galicia y Palencia, a 190 pendones y pendonetas y a medio centenar de carros engalanados que, según lo esperado, convivirán durante toda la jornada con armonía y sin sobresaltos. La romería se desarrollará al son de panderetas y tambores, previsiblemente bajo un sol de justicia. Las calles de la localidad, cuajadas de tenderetes de ropa, frutos secos, artesanía y bisutería, se impregnarán de olores a pulpo cocido y especias, chorizo y morcilla, que se venderán por raciones de forma ininterrumpida. La palma de los puestos se la llevan los de avellanas, rebautizadas como perdones, y que constituyen una tradición.
Los carros tirados por vacas, bueyes, caballos, burros y ponis ascenderán a partir de las diez de la mañana junto a los pendones desde el polígono de Trobajo hasta La Virgen pisando el asfalto de la N-120. Una peregrinación de tres kilómetros y una hora de duración que culmina ante el templo. El primer concurso de carros engalanados del que se tiene constancia data de los años veinte del siglo pasado, cuando los vehículos a motor empezaron a proliferar y los carros pasaron de ser un elemento imprescindible para desplazarse a objetos tradicionales.
Ahora, el respeto por el patrimonio leonés y las costumbres va ganando fuerza y se ha demostrado en las últimas romerías «al haber calado el mensaje de que la mejor forma de dignificar la fiesta de San Froilán es acudiendo y comportándose con decoro». En La Virgen, la masificación no significa jolgorio sin control, sino lo contrario, mesura». Para la Corporación «es todo un orgullo ser la sede de una de las tradiciones más pintorescas de la autonomía» en honor a San Froilán, ¿pero quién era? Froilán nació en 833 extramuros de Lugo, en el Camiño de Regueiro dos Hortos. Consta que estudió hasta los 18 años, tal como en la Edad Media se exigía a quienes se preparaban para el sacerdocio. Una crisis espiritual le empujó a andar hasta el Bierzo, cuajado de santuarios y monasterios, monjes y eremitas. En la gruta de Ruitelán, una pequeña población de Vega de Valcarce, Froilán se convirtió en ermitaño. El poder de su palabra ejerció de imán y se difundió entre los vecinos. Cuentan que introdujo unas brasas ardiendo en su boca y como no se quemó, vio la señal divina para seguir la senda.
Tras la predicación en tierras bercianas, llegó hasta las montañas del Curueño, donde se unió al sacerdote aragonés Atilano, hasta que buscan mayor acogimiento en una cueva de Valdorria. A petición de la gente, descienden a la hondonada de Valdecesar. Su fama llegó a oídos del rey Alfonso III, quien le llamó hasta Oviedo y le ofreció ayuda para descender hasta la Vega del Esla. En la primavera del año 900 llegó a la iglesia de León, de nuevo a petición del pueblo. Fue consagrado obispo el día de Pascua de Pentecostés para la Diócesis de León. Su pontificado, muy fecundo, solo duró cinco años, ya que murió el 5 de octubre del año 905, de ahí la efeméride.
Fue enterrado en el mausoleo del monarca. El pueblo le aclamó como santo y la Iglesia le declaró patrono de la Diócesis de León. Sus reliquias, para ser liberadas de las invasiones y profanaciones de Almanzor, fueron escondidas en Valdecesar y en la Granja de Moreruela hasta regresar a la Catedral de León. Mañana hay que tirarle de las narices.