EL CASO DEL COLECCIONISTA QUE TUVO QUE EMPEÑAR SEIS DUROS DE PLATA
Quién no ha oído hablar de las casas encantadas... Los muebles son desplazados, las puertas y ventanas se abren y se cierran solas, los cuadros se desprenden de las paredes, se escuchan pasos cautelosos que recorren pasillos o suben escaleras, se perciben gemidos, murmullos, voces, cantos y a veces se aprecian manifestaciones luminosas, luces difusas, contornos imprecisos, como de forma humana en blanco sudario espectral, que desaparecen como el vapor o atravesando paredes o puertas cerradas, o se deslizan suspendidos en el aire. Para muchos espiritistas, se trata de un difunto que acude a las casas o palacios para testimoniar su supervivencia, o recuperar algo que le pertenecía. Las casas encantadas, los edificios encantados, resultan muy atractivos para los estudiosos, y enigmáticos para las gentes del lugar donde ocurren los hechos.
Desprenderse de unas monedas para pago de una deuda es la más honda inquietud que pueda sufrir un coleccionista en este mundo. Porque este fue el caso que le ocurrió a un conocido numismático de León llamado Tadeo Villanueva, el de empeñar seis duros de plata de su colección para solventar un problema económico. Eran seis duros de plata de un edición hecha en Gerona en el año 1808, al parecer de gran valor numismático por su rareza y por figurar en las monedas la palabra ‘duro’. En esos momentos no tenía numerario, pues todo el dinero lo invertía en su colección de monedas. Don Tadeo Villanueva se hallaba ceñido a escasísima renta, la cual apenas le bastaba para vivir. Guardaba su colección en unas urnas de cristal, en cuyo fondo estaban cronológicamente dispuestas las preciadas monedas. Allí permanecía extasiado largas horas y la vista fija, mirándolas, remirándolas y volviéndolas a mirar.
Desde aquel momento ya no pudo dormir sosegadamente al ver que su colección estaba a punto de ser mutilada. El pobre hombre, cuidadosamente, iba colocando en un viejo cuadro con marco plateado, protegido por un cristal, para proteger las monedas durante el tiempo que estuviera fuera de su casa. Sin embargo le remordía la conciencia el tener que tomar tal decisión, y tan pronto las ponía en el marco como las volvía a colocar en las urnas.
Cada noche era víctima de estas vacilaciones y lleno de angustia y de miedo, trasegaba los duros de las urnas al cuadro y del cuadro a las urnas, hasta que al fin, transcurridos unos días. el viejo numismático no tuvo más remedio que realizar la operación y llevó el cuadro con las seis duros de plata al departamento de empeños, que la Caja de Ahorros y Monte de Piedad tenía en los bajos de la Casa Botines.
Desde entonces don Tadeo, agobiado por los remordimientos, con cierta tristeza se refugió en la soledad de su solitaria casa y entre suspiros y lágrimas, de manera impulsiva, dirigía su mirada a las urnas contemplando el vacío que habían dejado las monedas empeñadas. Don Tadeo Villanueva no tardó en morir. Se fue a la tumba con la pena de no tener en su casa los seis duros de plata.
El cuadro con las monedas iba siendo colgado en distintas dependencias de Botines Tan pronto estaba en un despacho como al día siguiente en otro. Era como un cuadro viajero que iba de un lado a otro por todo el edificio. Tan pronto aparecía colgado, como caído en el suelo o desaparecía. Pasaban cosas extrañas entorno al cuadro con los seis duros de plata. Tanto los de la de limpieza, como los de vigilancia, no daban crédito a lo que estaba pasando.
Al principio no le daban mayor importancia. Hasta que un día cuando acababan de limpiar la sala de reuniones y hacían la ronda los de vigilancia, se oyó un fuerte ruido. Abrieron la puerta y se encontraron con que todos las monedas se habían desprendido del cuadro. Poco tiempo después, el mismo fenómeno ocurrió, pero en otra sala donde había sido colgado de nuevo el cuadro. Nadie se explicaba lo que sucedía. Hasta que el cuadro y las monedas desaparecieron y nunca más se supo de su paradero.
¿Estamos ante uno de esos casos de casas encantadas en Botines? La experiencia del fenómeno fue vivida por alguien, desde luego. No hay que dudar, o se puede dudar. Don Tadeo Villanueva necesitaba a toda costa regresar del otro mundo para recuperar los añorados seis duros de plata ausentes de su colección. Era su último deseo como coleccionista, llenar el vacío que habían dejado en sus urnas las monedas empeñadas. Quizás así, pudo descansar en paz.