Lorca fue feliz en Cuba
Efe
El escritor y periodista Víctor Amela evoca en su novela Si yo me pierdo (Destino) «los 98 días de felicidad» de Federico García Lorca en la Cuba de 1930, siguiendo «la búsqueda metafórica» de la voz del poeta granadino. En la presentación de Si yo me pierdo, Amela ha explicado que todo partió de su anterior novela, Yo pude salvar a Lorca, que recogía «el lado más dramático» de la vida de Lorca, su final, y a través de un amigo, Xavi Rosell, supo que «en Cuba Lorca es una leyenda».
Amela se impuso la misión de investigar la huella que había dejado Lorca en la isla caribeña, «una estancia poco conocida en España, al contrario de la de Nueva York o Buenos Aires». Esas ganas de descubrir el Lorca cubano aún se acrecentaron más al leer una carta de su madre en la que se quejaba de que su hijo no había escrito y que no volvía a Granada.
En un viaje a Cuba en 2020 en plena pandemia, Amela se dedicó a «absorberlo todo y a hablar con historiadores en Cuba». En Si yo me pierdo, el autor plantea un juego literario combinando las vivencias de Lorca en 1930 con su propia peripecia en la Cuba vacía de la pandemia siguiendo sus pasos en cafetines y heladerías, terrazas y cabarets, fiestas y balnearios, teatros e iglesias, cantinas, playas, hoteles y camas.
En esta investigación, Amela supo de un emigrante asturiano en Cuba, Manolín Álvarez, que había entrevistado a Lorca en marzo de 1930 en su emisora de radio de Caibarién, y radiado una de las nueve conferencias que pronunció en la isla. Aunque Amela no ha encontrado la inédita grabación de la voz de Lorca, sí considera que ha hallado «la voz más íntima, la voz verdadera». En la novela, el autor plantea la hipótesis de que «Lorca se ve en Cuba como homosexual y se acepta a sí mismo, después de haber estado culpándose por ello».