La permanente curiosidad de un sabio
alfonso garcía
Pocos sabios han alcanzado el lugar de referencia que logró Santiago Ramón y Cajal en la historia de la ciencia y la medicina. No solo por su vital aportación para el conocimiento de la estructura, función y patología del sistema nervioso que culminaría con la concesión del Premio Nobel en 1906, sino por su extraordinaria curiosidad que le llevó a profundizar en disciplinas como el dibujo, la fotografía o la escritura, de las que hay suficientes muestras en estas páginas. Sus artículos, memorias y ensayos siguen haciéndonos reflexionar y nos llevan a reconocerlo como una de las grandes figuras del pensamiento español. Tres obras son las contenidas en este volumen. Mi infancia y juventud nos lleva del humilde pueblo de navarra donde pasó su niñez a los años de formación en Zaragoza y su acceso a la cátedra universitaria en 1884. Sus padres, maestros y profesores, su afición por la naturaleza, la pintura y la gimnasia, su profundo sentido patriótico y otros avatares forman buena parte de este ameno recorrido vital, con las campañas carlistas en Cataluña o la guerra de Cuba como telón de fondo.
En Los tónicos de la voluntad encontramos un apasionante ensayo basado en su discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
El mundo visto a los ochenta años es una obra pertinente para nuestros días. Se trata de un ensayo en que aborda tanto las tribulaciones físicas del anciano como los consuelos que le proporcionan la escritura, el retorno a la naturaleza o la lectura de los clásicos. Recomienda que el octogenario mantenga una dieta higiénica («el cerebro y el estómago son dos competidores egoístas») y esquive los debates políticos.
Tres amenos libros, en definitiva, para adentrarnos en sus primeros años, sus sabias reflexiones sobre la vejez y algunos inteligentes consejos para los que comienzan la carrera científica.