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fernando otero

León

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Pilar Diez es la única judía de León. En España y más en León, admite, «es muy difícil ser judío». Para celebrar en comunidad los ritos hebreos —sabdat, yom kippur, dieta kóser...— tiene que desplazarse a Oviedo, que cuenta con la sinagoga más cercana.

No nació judía. «Me enamoré de un judío y me casé. Pero no me convertí al casarme». Fue hace siete años, tras el fallecimiento repentino de su marido en Israel, cuando decidió estudiar y prepararse para someterse al tribunal de rabinos que le abriría la puerta a la nueva fe.

«Yo pensaba que formaba parte de la comunidad por mi marido. Pero en el duelo me sentí tan arropada que pensé que realmente formaba parte de ella y de esas tradiciones», explica. Luego decidió volver a su tierra natal, donde compensa la soledad con que vive el judaísmo con el trabajo de edición de los libros de su marido, Jaime Einstein, abogado internacionalista y erudito que siguió el rastro del de Moisés de León y lo plasmó en su libro El esplendor .

Estos días participa en la jornada de diálogo interreligioso promovida por la Diócesis de León sin pretender representar a todos los judíos, porque «cada judío tiene un modo de vivir el judaísmo», precisa. «Cada vez vivimos en un mundo más globalizado y estamos obligados a convivir bajo un mismo entorno distintas creencias y culturas», comenta Diez. La intolerancia y el desconocimiento son dos barreras que tiene que franquear el diálogo interreligioso: «La sociedad está muy crispada y somos muy intolerantes. Pero la gente puede pensar distinto y ser como tú. Hay que dejar de pensar que lo tuyo es lo mejor», apunta.

Compartir la oración ayer con otras seis religiones fue algo novedoso, pero en su vida está incorporada la pluralidad y el respeto. Sentarse al lado de un musulmán no es nada extraño para ella: «Tengo amigos musulmanes y mi médica es musulmana. En Israel hay dos millones de árabes que son ciudadanos israelíes. No se puede juzgar a la ligera».

Para Pilar Diez, lo que el judaísmo puede aportar al mundo lo dijo el sabio Hilel al responder a un estudiante que le pidió que resumiera la Torá en una frase mientras estaba sobre un solo pie, le respondió: «Lo que no quieras para ti, no se lo hagas a tu prójimo. Todo lo demás es comentario»».

A nivel personal, la práctica religiosa le hace sentirse «mejor persona, reforzar valores como la vida, el agradecimiento y la libertad unida a la responsabilidad».