Lo que aprendí durante el verano
Del verano aprendí que la ropa seca más rápido, que hay olas mezcladas con lágrimas que dejan resaca y que el salitre tiene poderes cicatrizantes. Que cuando sopla el viento de Levante hay que meter piedras en la mochila, pero el resto del año es mejor aligerarla. Aprendí a bajar persianas, a subir persianas, a inventar corrientes, a abrir ventanas cuando se cierra una puerta, aprendí que todo pasa.
Confirmé que en el mercadillo de los charlatanes se siguen aireando trapos y vendiendo consejos que para ellos no tienen, esto es aplicable a cualquier estación del año.
Que desconectar es la mejor banda ancha para el alma, y que no hace falta irse muy lejos, basta con quedarnos en silencio a la vera de nosotros mismos. Que muchas maletas ya no se abren por si el monstruo del armario se ha refugiado allí, mientras, en Instagram se posa mirando a la nada pensando en todo.
Y que agosto refresca el rostro, y que hay gente que si le dicen que se acaba el hielo se lo cree, y que sigue habiendo personas que buscan dos problemas para cada solución. También me enseñó que para los que no quieren la vida sigue igual y la tristeza se puede convertir en un billete solo de ida. Aprendí que hay atardeceres que son personas, que se sigue saliendo al fresco, que en los pueblos se sabe quién es la gente « por la pinta», que verano rima con sandía. Lo que aún no sé es, cien gaviotas dónde irán.
Los miedos, ansiedades o depresiones también se van de vacaciones, se camuflan en los buffets libres y actúan como esa pieza de fruta podrida que si no hacemos nada con ella acabará por estropear nuestro mejor plato: la vida.
Del verano aprendí que los incendios se apagan en invierno, y que cuando los que ardemos por dentro somos nosotros, el mejor cortafuegos es la autoestima, el mejor hidroavión el desarrollo personal, la mejor UME nuestra mente consciente observando y cambiando hasta apagar nuestro diálogo interior negativo. Todo ese trabajo se puede realizar y, os animo a ello, en los talleres del Teléfono de la Esperanza que ya tienen el plazo de inscripción abierto, a través de la web, o en la sede. Aprendí que desde el presente puedo sentar las bases para vivir con mayor intensidad cada minuto desde aquí hasta el próximo verano.