CAMILA YA REINA
Llegó el día. Camila ya se ha coronado como reina de Inglaterra. Metafóricamente hablando. Lo hizo, con nocturnidad, en el palacio de Buckingham, ¿dónde si no?
La consorte de Carlos III acaparó flashes y miradas en el primer banquete de la nueva era británica, con un nuevo rey tras décadas y décadas de Isabel II, que por momentos parecía inmortal. Camila, no hace tanto tiempo el enemigo número uno del pueblo, la mujer más odiada de la pérfida Albión, brilló con luz propia en la cena ofrecida en Londres en honor del presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, y su mujer, Tshepo Motsepe, en la que supuso la primera visita oficial que reciben Carlos y Camila como reyes de Inglaterra.
El luto oficial por la muerte de la matriarca, de la reina eterna, hace semanas que llegó a su fin. En Inglaterra ya reina la normalidad y Palacio ya comienza a tomar velocidad de crucero. Las cenas contribuyen a ello, son las que dan luz a una monarquía con sello propio. Para este estreno, Camila tiró de fondo de armario, con un vestido azul ya visto, de gasa y mangas de encaje. La novedad vino de la mano del derroche de diamantes y zafiros. Más siempre es más.
Camila, dueña y señora del joyero real, dejó a un lado la tiara que en su día perteneció a la reina madre y de la que hizo uso hasta ahora en las grandes ocasiones, para colocarse una de las muchas que Isabel II adquirió durante su reinado. Pero no una cualquiera, sino con la que la madre de Carlos III posó en su último retrato oficial. El conjunto se completa con un collar, una pulsera y unos pendientes que la reina Isabel se puso —sin la tiara)— para la imagen del jubileo de sus 65 años en el trono. El mensaje que quiso transmitir es claro: ahora ella, Camila, es la reina.
Y sí, la monarquía británica tiene mucho de cuento de hadas, con una bella princesa y una madrastra. Pero no compiten. Cada una en su lugar. Aunque, claro, la prensa británica se rindió a Catalina, que también debutó en su nuevo rol de princesa de Gales en Buckingham.
La sombra de Lady Di sigue presente. La esposa del príncipe Guillermo fue fiel a la tiara que Isabel II regaló en su día a Diana con motivo de su boda con el príncipe Carlos, aunque al final decidió llegar al altar con una pieza familiar de los Spencer y no con la corona prestada. Que, dígase de paso, tuvo que devolver con su divorcio y salida de la casa real británica. Acompañó la tiara Lover’s Knot, de brillantes y perlas en forma de gotas, con unos pendientes a juego que también se puso con asiduidad Lady Di.
De blanco inmaculado, como solía acostumbrar la reina Isabel, se presentó la princesa Catalina, con una creación de Jenny Packham, a quien recurre para las grandes ocasiones. El vestido destacó por sus largas mangas abiertas y, sobre todo, por el derroche de joyería en la zona de los hombros. Un diez sobre diez.
De la realeza británica acompañaron también a los reyes Carlos y Camila, los condes de Wessex, Eduardo y Sofía, quien si bien optó por una tiara de su propiedad, regalo de Isabel II, de líneas sencillas, lo apostó todo con un collar de brillantes que pertenece a la familia real y que su suegra usaba con frecuencia.