El oficio de leer en otros tiempos

aLFONSO GARCÍA

Contextuar hechos, como hace Manuel Rivas en un breve apunte histórico al final del libro, es una buena fórmula para enriquecer la historia que cuenta, que adquiere así su verdadera dimensión: en este caso, «hacer de la cultura un bien común» en tiempos difíciles. Y es que Nonó, la protagonista de este breve e intenso relato, la hija de la cerillera y el trapero, tenía como trabajo «cuidar de mis dos hermanas pequeñas, las gemelas Idea y Sol. Vivíamos en el arrabal de la Gaiteira, al lado del río Monelos, que va a desembocar a la bahía de A Coruña por detrás de la gran Fábrica de Tabacos».

Además de trapos, en el carro de su padre llegaban otras cosas, y así llegaron a tener una biblioteca de libros abandonados. Aunque vestida de chico –«el pelo corto, con visera y pantalones»-, la niña fue a la escuela, una de esas extrañas circunstancias de los tiempos. Y no paraba de leer.

Enferma su madre, leía para ella diversas historias. Cuando murió, Nonó se convirtió, como la Amparo de La Tribuna de Emilia Pardo Bazán, en «una joven a la que le pagaban sus compañeras por leerles en voz alta novelas mientras ellas elaboraban cigarros». Y también, en este caso, «las historias que más le habían gustado a mi madre».

Además del eje central de la narración se intercalan, de forma muy breve, otras historias, resueltas como un apunte que enriquece el desarrollo y satisface curiosidades.

Un libro muy atractivo para jóvenes lectores —aquí la edad no tiene límite—-, en formato grande, de imaginación activa, diálogos frecuentes y vivos y una prosa concisa, cercana y eficaz. Magníficas también las ilustraciones, enriqueciendo cada página o doble, de forma original y llena de color, con tonos muy adecuados al momento del relato.