DE KATE A CATALINA, ASÍ SE MOLDEA UNA REINA
La princesa de Gales está a un escalón del trono sacudido por el escándalo de las explosivas memorias de su díscolo cuñado Harry. Ha tenido que aprender a ser una ‘royal’ aunque sus padres, de clase media pero con aspiraciones, que amasaron una fortuna con la venta de artículos para fiestas, encargaran un escudo de armas propio para la boda con el gran heredero, el príncipe Guillermo
En los años 60, Audrey Hepburn se metió en la piel de una vulgar florista de las calles de Londres que aspiraba a ser algo más, a regentar una tienda, por ejemplo. Pero su falta de modales y su tosco habla se lo impedían. En My Fair Lady, película ganadora de ocho Oscar en 1964, la joven se topó con un logopeda que con esfuerzo y una apuesta de por medio, la cinceló y logró no sólo hacerla pasar por una dama de la alta sociedad británica, sino que hubo quien certificó que era una joven de sangre azul.
El profesor Henry Higgins lo tenía claro: las princesas no nacen, se hacen. Salvando las muchas distancias, a quien será algún día reina de Inglaterra también la formaron y perfeccionaron para ser quien es. Y, lo más importante, quien será. La princesa Catalina está inmersa en pleno escándalo por el explosivo libro de memorias de su cuñado Harry, titulado Spare, (Repuesto literalmente, y En la sombra en España) donde airea trapos sucios de los royals. Afirma que su padre, Carlos III, tenía celos de sus nueras, que su hermano Guillermo le pegó tras discutir por Meghan Markle, que él mató a 25 talibanes en Afganistán y cuenta cómo perdió su virginidad.
Catalina nació en una familia de la clase media. Pero con aspiraciones. Tantas que la prensa británica acuñó el término Upper Middleton Class para describir su posición. Y sí, rascando, rascando, hay quien llegó a la conclusión de que la princesa de Gales cuenta con «un puñado de antecedentes de sangre azul».
Aestas alturas de la película nadie diría que Catalina no ha nacido para el papel que le reservaba el destino. Es, de hecho, el gran activo de la corona británica. Desde que pisó Buckingham no ha hecho más que subir enteros en popularidad. Ni los ataques continuos de Meghan Markle le han hecho mella. Más bien al contrario. Una y otra viven en realidades diferentes. Si bien los padres de Catalina se empeñaron en hacer de sus hijos dignos merecedores de ocupar las más altas cotas sociales, matriculándoles en los colegios e internados más exclusivos, la hasta septiembre duquesa de Cambridge, título que recibió de la reina Isabel II el día en que contrajo matrimonio con el príncipe Guillermo en abril de 2011, está empeñada en trazar su camino y forjar su identidad.
Y así lo dejó escrito nada más conocerse el nombramiento de los nuevos príncipes de Gales, un día después de la muerte de la reina de Inglaterra. Desde su oficina de comunicación se aseguró que Catalina aprecia «la historia asociada con el papel de princesa de Gales, pero comprensiblemente querrá mirar hacia el futuro mientras crea su propio camino». Toda una declaración de intenciones.
Catalina Isabel —nombres de reinas— nació en el Royal Berkshire Hospital de Reading, a una hora en coche al oeste de Londres, el 9 de enero de 1982. Hija de Michael Francis Middleton y Carole Elizabeth Goldsmith, él vendedor de vuelos y ella azafata en British Airways, tiene dos hermanos, Pipa —Philippa Charlotte—, casada con un rico empresario, y James William, un verso libre en la familia.
Los Middleton comenzaron a escribir su propia historia en 1987, al fundar la compañía Party Pieces de venta por catálogo de artículos y decoración para fiestas que en pocos años los convirtió en millonarios. Tenían la posición económica que ansiaban y sólo les faltaba la social. Así que comenzaron a frecuentar los eventos más exclusivos y matricularon a sus hijos en centros educativos al alcance solo de una minoría. Catalina estudió los primeros años en el Saint Andrew’s School, en Pangbourne y, ya con sus padres ricos, ingresó en el Marlborough College, un internado mixto. Tras un año sabático, ingresó en la Universidad de Saint Andrews para estudiar Historia del Arte. Allí conoció al príncipe Guillermo.
Hasta tal punto los Middleton han modelado su vida que, al anunciarse el compromiso de la primogénita con el hoy heredero del trono británico, decidieron encargar un escudo de armas que estuviera listo para la boda, el 29 de abril de 2011. «Si bien no es obligatorio tener uno, como Catalina va a casarse con un miembro de la Familia Real, probablemente tendrá la necesidad de usarlo», aclaró entonces Thomas Woodcock, Rey de Armas y Heraldo Mayor de Inglaterra, quien aprobó el diseño días antes del enlace. No sólo para Catalina, sino para que toda la familia pudiera usarlo. Destaca en el escudo de armas las tres bellotas, tantos como hijos. Precisamente, dos bellotas de brillantes lució como pendientes Catalina el día de su boda.
Desde que se convirtió en miembro de la Familia Real británica, la princesa de Gales no ha cometido ningún error. Se ha volcado en causas benéficas, se ha mostrado cercana y accesible y supo ganarse el cariño y respeto de la reina Isabel y también de Carlos y Camila, con quien mantiene muy buena relación. Pero como le ocurre a la reina Letizia, en sus apariciones públicas la mayoría de las veces se habla más de cómo viste que del contenido del acto. Hasta el punto de que Buckingham ha anunciado que no volverá a pronunciarse sobre los estilismos de la princesa de Gales.
Kate es ya Catalina. La futura —y deseada— reina.