La hija española del espía ruso ‘Trigón’
El diplomático soviético Aleksandr Ogoródnik, uno de los espías más importantes que tuvo la CIA infiltrado en Moscú, tenía una hija española que acaba de publicar sus memorias.
carmen naranjo
Putin sigue usando los mismos métodos rastreros de los gobiernos soviéticos y la KGB», dice Alejandra Suárez. Mi padre, un espía ruso (Ediciones B) es el libro en el que Alejandra Suárez cuenta cómo descubrió que su padre era ‘Trigon’, nombre en clave de uno de los espías rusos más importantes durante la Guerra Fría, y en el que incluye las memorias inéditas de su padre, capturado por la KGB en Moscú y muerto en 1977, que recuperó de entre las pertenencias de su madre.
Alejandra Suárez nació en Madrid el 6 de marzo de 1975, fruto de la relación que Pilar Suárez Barcala mantuvo con Aleksandr Ogoródnik, diplomático y economista soviético reclutado por la CIA como agente en Bogotá. Su madre se negó durante casi toda su vida a revelar ningún detalle sobre quién era su padre, una información que fue descubriendo a lo largo de los años. «Mi padre es un héroe y su historia no se conoce porque hay un gran secretismo entorno a él», indica Suárez, que destaca las duras críticas que hay en sus memorias contra el comunismo y cómo trabajó para la CIA por convicción: «era consciente de que traicionaba a su gobierno para defender a su pueblo», destaca.
Para reconstruir el pasado de su padre, relata, fue fundamental la colaboración de Martha Peterson, agente de la CIA en Moscú en los años 70 y que es autora del prólogo del libro. ‘Trigon’ conocía los riesgos que tomaba, pero vivió según sus propios términos. Aceptó realizar labores de espionaje para Estados Unidos en contra de su Rusia natal. Sabía que el comunismo ruso estaba haciéndole daño a su país y a su gente», explica en el prólogo la que fuera oficial de la CIA. Ambos intercambiaron paquetes cargados con secretos de Estado de la Unión Soviética aprovechando que el diplomático había sido trasladado al Ministerio de Asuntos Exteriores en Moscú.
Al ser descubierto por la KGB, «Trigon» se suicidó con una cápsula de cianuro, una muerte de la que la CIA no informó a la madre de Alejandra Suárez o por lo menos, dice ésta, no lo hizo en 1977 cuando se produjo el fallecimiento, ya que la mujer siguió escribiéndole. Sí informaron a la familia de que había sido detenido. La versión soviética de la historia de su padre es muy diferente, indica, y ha sido objeto de un par de libros e, incluso, de una serie de televisión. Especialmente uno de ellos, dice, le pareció «repugnante» y aunque admite que para Rusia su padre es un traidor, la lectura de las «mentiras» que contaban sobre él le indignó profundamente. Con este libro, Alejandra Suárez quiere conseguir que su padre tenga el reconocimiento «que merece», ya que para el Gobierno de Estados Unidos su padre «fue un héroe, un agente que proporcionó información tremendamente importante, la ‘más valiosa, junto con la de Tolkachev, que un agente infiltrado ha proporcionado durante la Guerra Fría’, en palabras de la CIA».
La autora destaca las críticas que Trigon hace en sus memorias al régimen soviético y a los «cerebros fríos y calculadores» y a sus amenazas y chantajes y explica que su inicio le recuerda a los argumentos usados por Putin en la invasión de Ucrania: «Según la historia oficial soviética, entramos en Polonia no como conquistadores, sino como libertadores».