Diario de León

«En Manos Unidas no se pierde nada por el camino»

Manos Unidas pone en marcha su 64ª Campaña contra el hambre con una charla de la misionera María Teresa del Rosario

María Teresa del Rosario, ayer en el Palacio del Conde Luna, donde ofreció una conferencia. F. OTERO

María Teresa del Rosario, ayer en el Palacio del Conde Luna, donde ofreció una conferencia. F. OTERO

León

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La misionera Mª Teresa del Rosario, Charo la camerunesa , como la llama todo el mundo que la conoce, abordó este jueves en una charla en León los proyectos que ha puesto en marcha en África con el apoyo de Manos Unidas. Manos Unidas organiza esta semana su 64ª Campaña contra el Hambre con el lema Frenar la desigualdad está en tus manos . el acto público de esta nueva campaña estuvo conducido por la presidenta de la delegación de Manos Unidas en León, Rosa María Pereira.

Tras acabar la carrera de Magisterio, la riojana María Teresa del Rosario decidió marcharse como cooperante laica a Burkina Faso (entonces llamada Alto Volta) en una misión de alfabetización y atención a niñas afectadas por la polio con las Hermanas Blancas. «Decidí marcharme al era el país más pobre del mundo. Allí tejíamos telas, mantas y vestidos que vendíamos para que las niñas tuvieran cubiertas sus necesidades básicas. Descubrí la vía religiosa» y se formó con las religiosas de La Asunción durante ocho años. «Cuando acabé mi formación empecé a trabajar con Manos Unidas. Nuestro objetivo es transformar la sociedad por medio de la educación y la cristianizar las inteligencias».

El primer trabajo como misionara fue en Bahama, al Oeste de Camerún, un poblado habitado por niñas de unos doce años abandonadas que trabajaban en el campo y se encargaban del cuidado de sus hermanos pequeños y las abuelas. «Y las casaban muy pequeñas. Esa situación clamaba al cielo y el catequista de la zona avisó al obispo. Cuando murió el catequistas nos enviaron a nosotras. Éramos tres, dos españolas y una suiza y allí, tras un estudio, Manos Unidas construyó un centro de estudio con seis clases, un dormitorio, salón y cocina tradicional. Se escolarizaron a las niñas. Tuvimos que abrirlo a los niños que también pedía entrar. Enseñamos alfabetización, higiene, puericultura, agricultura... se mejoró tanto la nutrición y la salud que se redujeron las muertes infantiles. Las niñas enseñaban a otras en una promoción colectiva. La transformación fue tal que la población pidió que se ampliara el proyecto. Y de la selva nos aproximamos a la ciudad, donde hay más juventud. La población vio que los resultados eran buenos, nos ayudó y conseguimos ampliar a la Enseñanza General y Profesional. Manos Unidas se propuso incorporarlas a la universidad y muchas trabajan ahora en la administración. Han sido protagonistas de su formación. Les dábamos los medios para que ganaran dinero. El dinero de los trabajos que hacían en textil y agricultura servía para material escolar y una parte de sus comida».

Todo para proyectos

Con el apoyo de Manos Unidas y la población se levantó el Colegio de la Asunción, que ahora cuenta con 800 alumnos y por el que han pasado ya 3.000, entre chicos y chicas. «Tengo que agradecer la colaboración de los españoles con Manos Unidas. Nada de lo que han aportado se ha perdido por el camino. Todo ha ido directamente a los proyectos».

«Ayudé a diseñar el uniforme, montar las clases, el laboratorio de informática con ordenadores que llegaban desechados de Europa, compramos un microscopio que traje de Madrid. Venía gente del barrio para hacerse análisis de paludismo y hepatitis, ayudamos a mucha gente a atajar las enfermedades».

«Yo me fui sola, pero hoy animaría a que viniese conmigo mucha juventud. He aprendido mucho de África, porque tienen una inteligencia muy práctica». A sus 75 años, Charo trabaja ahora con mujeres en el Centro de Inmigrantes Puente de Esperanza de Tetuán. «Se ha convertido como en la universidad de un barrio en el que solo viven inmigrantes. Hemos adaptados unos almacenes y estamos allí 14 congregaciones religiosas, cien personas voluntarias y tenemos subvenciones para dar clases y dar formación».

«Estudié con las Escolapias, me fui de cooperante con las Hermanas Blancas y me formé con La Asunción. Volvería a hacer exactamente lo mismo. La educación está transformando a los pueblos. De hecho, cada vez hay más gente que opta por la vida religiosa».

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