Diario de León

OBITUARIO | ÓSCAR BRADIDO SUÁREZ

El último viaje de un luchador lacianiego

Tuvo que pelear en los tribunales para lograr el carné de conducir adaptado

Óscar Brandido, hace diez años, cuando aprobó el carné de conducir tras ganar una batalla judicial. JESÚS F. SALVADORES

Óscar Brandido, hace diez años, cuando aprobó el carné de conducir tras ganar una batalla judicial. JESÚS F. SALVADORES

León

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Óscar Brandido tenía 39 años, pero conservaba el espíritu de un niño y la determinación de un luchador. Quizá porque lo llevaba en el ADN como lacianiego, o también porque la vida le dio motivos para superar las barreras que le ponían por su condición de persona con discapacidad. Su corta vida es una historia de superación no solo por su condición de persona con discapacidad sino también por vivir en el medio rural y en un pueblo de los más alejados de la capital como es Caboalles de Abajo. Hace diez años vivió uno de sus momentos más felices tras cuatro años de lucha ante la Dirección General de Tráfico.

Óscar aprobó en 2009 el examen teórico de conducir pero le impedían examinarse del práctico por sus limitaciones fisicas. Padecía una Mieloneningocele Medular Lumbosacro (espina bífida) congénita pero podía conducir con las adaptaciones pertinentes, como otras personas en su situación. Una médica del servicio de Sanidad de la Junta firmó el informe que ante la Dirección General de Tráfico le catalogaba como no apto. No sabían que se enfrentaban a un «luchador» y a una familia, Orfelina Suárez, su madre y Horario Brandido, su padre, que tenía asumida pero no con resignación la discapacidad de su hijo, sino con valentía y entereza», como dijeron a este periódico la abogada que defendió su causa, Yolanda Rodríguez, y la psicóloga que le dio apoyo, mercedes Carballido.

Doble lucha

Óscar Brandido se enfrentó a las barreras por su discapacidad y por vivir en el medio rural

En 2013 logró una sentencia a su favor y por fin pudo conducir su furgoneta y llevar a su padre y a su madre a las ferias de artesanía a las que acudían para vender sus objetos de madera. Diez años después, cuando llegó la hora de renovar el carné, se tuvo que enfrentar a la burocracia de la administración que no daba de paso su permiso si no se presentaba en León, en la Oficina Provincial de Tráfico, de manera presencial, al contrario de lo que sucede con el resto de permisos cuyo trámite de renovación lo hacen los centros psicotécnicos sin necesidad de que los usuarios se desplacen.

Ayer, sin estrenar su nueva furgoneta, se fue repentinamente y en silencio, mientras dormía, este lacianiego que trabajó como vendedor de cupones, fue voluntario de Cruz Roja y era un vecino apreciado por su voluntad de ser uno más del valle, con los mismos derechos. Aunque a muchos aún les sorprendía y hasta escandalizaba que se atreviera a conducir una furgoneta.

Hoy será despedido en la iglesia parroquial de Caboalles de Abajo a las 16.00 horas. Hasta siempre, Óscar.

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