«Stalin dejó a palo seco a la República»
l Ángel Viñas desmiente el mito franquista de la «sovietización» en ‘Oro, guerra, diplomacia’
josé oliva
El historiador Ángel Viñas desmiente en su último ensayo, Oro, guerra, diplomacia, la República española en tiempos de Stalin», la pretendida «sovietización» de España, «un mito franquista», dice, que, como el oro de Moscú, reaparece recurrentemente sin documentación que lo sostenga.
En una entrevista con Efe, Viñas atribuye la reaparición de ese mito, que está en la misma raíz de la Guerra Civil española, a la difusión que hacen «historiadores y periodistas sedicentes», Vox y parte del PP, todos ellos «sin aportar documentos», critica.
En Oro, guerra, diplomacia» (Crítica) Viñas desmitifica la significación que algunos historiadores norteamericanos o ingleses han dado al establecimiento de una embajada soviética en España ya estallada la guerra en julio de 1936 y a la recíproca española en Moscú poco después, pues «en junio, antes del estallido, ya se había llegado a un acuerdo».
Según el autor, el cambio de actitud de la URSS respecto a la intervención en España es una consecuencia lógica que «se produce incluso antes de que los republicanos decidan enviar el oro a Moscú, que ha sido uno de los grandes mitos del franquismo». Viñas niega que se tratara de una argucia de Stalin: «La URSS interviene en la guerra porque a la República le dan la espalda las democracias occidentales y a los sublevados les apoyan los nazis y los fascistas italianos». La desigualdad inicial es manifiesta, como recuerda Viñas, pues «el 1 de julio de 1936 Pedro Sainz Rodríguez, diputado en Cortes del partido monárquico Renovación Española, va a Roma y firma cuatro acuerdos para el suministro de material bélico, aviones de caza, de bombardeo, de transporte e hidroaviones, que los italianos se comprometen a suministrar en el mes de julio, es decir, monárquicos y militares conspiradores fueron a la Italia fascista 15 días antes de la sublevación».
Ya en anteriores libros, Viñas demostró con base en documentos españoles del Archivo Militar de Ávila que «no se podía hablar de un peligro de revolución soviética en España, ni de que las izquierdas iban a generar una revuelta».
Los primeros envíos de armas a la República desde la URSS se producen en la segunda mitad de 1936, en paralelo al envío de oro a Moscú, «en un intento de poner a salvo las reservas de oro del Banco de España que corrían peligro de caer en manos de los insurgentes si caía Madrid».
El oro se envió a Moscú también, aclara Viñas, para convertirlo en divisas (dólares, libras esterlinas y francos franceses) «para adquirir armas aún cuando fuesen de contrabando y financiar el comercio exterior republicano».
Para este libro, Viñas ha contado con nuevas fuentes españolas, como los recuerdos de Demetrio Delgado de Torres, subsecretario de Economía de Negrín, durante el resto de la guerra, nueva documentación soviética que se publicó en 2013, y ciertos papeles que se conservan en Madrid en el Archivo General de la Administración, que ilustran el proceso hacia el establecimiento de relaciones diplomáticas con la Unión Soviética.
Según Viñas, quedan algunos aspectos por dilucidar: «Los soviéticos siempre dijeron, y los rusos no lo han desmentido, que la República quedó a deber a la URSS, pero yo considero que no es exacto; y luego queda por explorar el comercio hispanosoviético», afirma. El historiador alicantino se opone «de manera radical» a las interpretaciones franquistas, de la derecha española y de la derecha norteamericana o inglesa de que lo que quería Stalin era sovietizar España, porque «si lo hubiera querido habría invertido mucho más» y documenta que «Stalin dejó poco menos que a palo seco a la República en suministros militares desde octubre de 1937 hasta noviembre de 1938».
Este desabastecimiento tiene una explicación estratégica para Viñas: «A Stalin le preocupaba la agresión japonesa a China que afectaba a sus fronteras en Siberia». Frente a la visión mítica franquista, Viñas asegura que aunque puede que se equivoque en ciertas interpretaciones, se le debería reconocer que su orientación no es mala, porque «nadie ha propuesto con papeles otra alternativa». De los 30.000, 40.000 o 50.000 libros que se han escrito sobre la Guerra Civil «no todos dicen la misma cosa y no todos pueden ser verdad a la vez», pero considera que es fundamental dar respuestas a las preguntas sobre la Guerra Civil basadas en documentación: «Yo no tergiverso papeles, doy las fuentes y cualquiera puede comprobarlas». Frente a la actitud de historiadores correctos, Viñas critica que «en España hay muchos historiadores sedicentes, no hablemos de periodistas, que no son correctos».