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MISIÓN CON HÁBITO

Santiago Agrelo: «Las políticas migratorias matan más que un terremoto»

Santiago Agrelo, el franciscano que pasó de párroco en 25 pueblos bercianos a arzobispo de Tánger, participa este sábado en Ponferrada en la jornada diocesana de migraciones y trabajo junto a sindicatos y el prelado de Astorga.

Santiago Agrelo Martínez, de párroco en El Bierzo a arzobispo en Tánger. DL

León

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Santiago Agrelo Martínez (Rianxo. La Coruña. 1942) aterrizó junto a otros dos franciscanos en Vega de Valcarce para hacerse cargo de 25 parroquias de la Diócesis de Astorga en 2002 de este municipio, Balboa, Trabadelo y Barjas. A los cinco años, daba el salto a África como arzobispo de Tánger, cargo que desempeñó hasta que hace cuatro años regresó a Santiago de Compostela.

«Llegar al Bierzo supuso un cambio más grande que cuando me destinaron a Tánger», asegura. «No había sido nunca párroco y por allí llevaban mucho tiempo sin ver un hábito franciscano»», Habían pedido el destino a la comarca por su vinculación con el Camino de Santiago, pero, de hecho, muchas de las parroquias estaban fuera de la senda jacobea.

«La primera visita me impactó. Pero a los quince días nos entendimos muy bien. Y cuando me marché hubo un sentimiento de pena común, mío y de ellos». La cercanía de la gente cautivó a este fraile que pasó un buen susto en Barjas cuando su coche, al que no había puesto bien el freno, se precipitó por un barranco. «Dentro iba la señora Regina y yo corría con las manos en la cabeza pensando que la había matado», recuerda apesadumbrado. La sorpresa fue de alegría cuando la mujer salió del coche por su propio pie y sus palabras más que un alivio: «¡Padre estoy bien!».

Cambiar de mirada

"El lenguaje crea sentimientos y rechazo cuando hablamos de que nos invaden o asaltan"

Aún mantiene lazos con la zona, aunque los franciscanos ya no están en la zona. Solo atienden la parroquia de La Faba, desde su nueva ubicación en O Cebreiro. «No me gustó nada cuando me enteré que habíamos dejado aquello», comenta.

Para entonces ya llevaba un par de años en Tánger. Benedicto XVI le nombró arzobispo de esta misión en Marruecos que está a tan solo 70 kilómetros de Ceuta y tiene a su cargo ciudades como Nador y Alhucemas. La misión de la diócesis de Tánger va desde la alfabetización, que fue el gran desafío durante tiempo, a la promoción de la mujer y de modo especial a las madres solteras, que en Marruecos «son señaladas de una manera nada respetuosa con su dignidad», y las personas con discapacidad.

La labor con las personas migrantes no tiene fin. «Es la diócesis con las fronteras más complicadas del mundo», asegura. El océano Atlántico, el mar de Alborán y las vallas de Ceuta y Melilla lo corroboran. «A los migrantes los tienes en la ciudad esperando su oportunidad para cruzar el Estrecho, en bosques en torno a Ceuta malvivían durante meses, a veces años...».

Una prueba

"Si estuviese en mis manos pondría a un inmigrante cinco minutos a la puerta de todos"

Agrelo hablará en Ponferrada este sábado —a las 10.15 horas en el colegio San Ignacio— en la Jornada diocesana Trabajo y Migración organizada por la Delegación de Apostolado Seglar y Pastoral del Trabajo. Acogida e integración de los inmigrantes, desde la dignidad humana y la visión de la Iglesia es el título de la charla que va a impartir el arzobispo emérito de Tánger.

La iglesia se vuelca en la atención a esas personas migrantes. Pero no da a basto. El programa de acogida tiene que poner prioridades: primero los menores, luego las mujeres y después los varones. Personas que si logran cruzar el Estrecho es muy probable que encuentren trabajo en cualquiera de los sectores que no se cubren con mano de obra nacional, como la agricultura o los cuidados. «Llevo denunciando eso una vida, desde que el mundo de la emigración se me acercó».

«La migración es una necesidad y un derecho y los estados no pueden impedirlo. La que viene de Latinoamérica, por lo general, está cubierta con papeles, pero no es así para la africana», apunta. El franciscano denuncia que «no se habilitan cauces para que estas personas puedan llegar y los pobres caen en manos de las mafias».

Inmigrantes 

"Su llegada, su presencia en nuestros pueblos y ciudadaes suscita muchas preguntas y polémicas"

Para Agrelo estas redes que se lucran de la necesidad «no son hijas de la emigración sino de las políticas migratorias de los gobiernos». Cuando se ha vivido tan cerca del problema «te mueres de angustia pensando en el sufrimiento de esta gente», que ver para acoger», asegura mientras repasa las cifras de muertos en el océano Atlántico, en ruta a Canarias, o en el Mediterráneo, desde Libia, en las últimas horas... «Matamos más que los terremotos y no nos interesa, no queremos saber ni ver», lamenta.

«Si estuviese en mis manos pondría a un inmigrante cinco minutos delante de la puerta de cada persona», añade. Santiago Agrelo ve fundamental cambiar el lenguaje para cambiar la mirada sobre las personas migrantes. «El lenguaje crea sentimientos y crea rechazo. Hablamos de emigrantes clandestinos y son chicos, mujeres y hombres; los consideramos delincuentes peligrosos, decimos que nos asaltan, que nos inundan; gastamos miles de millones en ‘protegernos’ de ellos y la sociedad lo interioriza con un sentimiento de rechazo».

«Cayó el muro de Berlín, que eran unos 100 kilómetros, y tenemos dos mil kilómetros de vallas en Europa... O cambiamos a la mirada y empezamos a ver en el emigrante a una persona que necesita de nosotros y a acogerles o les obligamos a morir», sentencia.

Por su conferencia se centrará en el lema «ver para acoger». Agrelo no cree que haya partidos mejores que otros en este asunto. «No hay ni uno solo con representación en el Parlamento que tenga una política de acogida». Desde este ámbito «no veo esperanza ninguna; la única esperanza es la conciencia de corazón a corazón».

Los medios de comunicación tampoco se escapan a sus críticas, «incluidos los de la Iglesia», subraya. «Es difícil encontrar a uno donde a un inmigrante se le mire como a un hermano», lamenta.

Convencer a las personas una a una en actos como el que se va a celebrar en Ponferrada este sábado cree que es el único camino tal y como ve el panorama. «El compromiso personal es lo único que nos queda», sentencia.

El suyo lo lleva no sólo en la palabra, sino también en los hechos. «Todo lo que gano lo envío a Marruecos a Cáritas de Tánger», asegura. El arzobispo emérito recuerda también que España es un país de emigrantes, «de emigración interna hacia zonas más ricas, y al exterior, primero a los países latinoamericanos y después a los europeos: en mi casa, somos siete hermanos y, además de mí, otros tres han emigrado».

Sobre la necesidad de pensar en las personas migrantes al pensar las políticas de repoblación en la España vaciada y en territorios como las parroquias que atendió durante su etapa berciana, Agrelo hace hincapié en que el rechazo a la inmigración «es básicamente el rechazo a la pobreza y a los pobres, a la gente con dinero no se le ponen trabas; el dinero no tiene fronteras». Santiago Agrelo Martínez participará en la jornada sobre Migración y Trabajo en Ponferrada junto a los sindicalistas de UGT y Comisiones Obreras, Ursicino Sánchez y Omar Rodríguez, que hablarán de Acción sindical a nivel laboral y legal en relación con los inmigrantes. Ursicino Sánchez, Secretario comarcal de CCOO y Ómar Rodríguez, que hablarán sobre la acción sindical y laboral con personas migrantes a las 11.15 horas.

A las 12.15 está previsto que varias personas migrantes ofrezcan su testimonio. Cáritas Ponferrada hablará a las 12.30 sobre la acción eclesial a favor de los inmigrantes e Isaac Núñez, delegado de Migraciones y Movilidad, se encargará de ofrecer las conclusiones. El obispo de Astorga, Jesús Fernández, clausura la jornada a las 13.30 horas. El delegado de Apostolado Seglar y Apostolado del Trabajo de la Diócesis, Melchor Moreno, es el encargado de coordinar esta jornada señala que han querido poner el tema sobre la mesa porque «la llegada de inmigrantes y su presencia en nuestros pueblos y ciudades sustenta muchas preguntas y no pocas polémicas». Además, el «sistema económico, social y cultural que genera crecientes desigualdades, destruye nuestra humanidad, la casa común e invalida la dignidad del trabajo».

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