Poetas leoneses en Granada
josé enrique martínez
En Granada la poesía florece de continuo, sin aludir a los grandes poetas desaparecidos, como Lorca, Rosales y Vivaldi, o a los consagrados, como Carvajal, García Montero, o a otros nombres notables en el panorama nacional, como Acuyo y Fernando Valverde. Y si no son granadinos, conviven en la ciudad de la Alhambra jovencísimas poetas bendecidas por los premios, como Rosa Berbel, premio de poesía joven Antonio Carvajal con Las niñas siempre dicen la verdad (2018) y reciente autora de Los planetas fantasma, María Elena Higueruelo, premio Adonáis con Los días eternos (2020) y premio Carvajal con El agua y la sed (2015), y finalmente, Nuria Ortega Riba, premio Adonáis también con Las infancias sonoras (2022). Las tres fueron estudiantes en el Máster en el que yo mismo imparto algunos créditos desde hace más de veinte años. A tan admirable elenco hay que agregar dos jóvenes poetas leoneses que por amor han recalado en la capital granadina, Pablo Quintela y David Fernández Martínez. Pablo Quintela llegó con La pluma del aire (2021), libro de un poeta joven, pero maduro en poesía, de palabra reposada, reflexiva, templada, con «profundo sueño del poeta: / escribir la palabra sin tiempo, / escribir la palabra sin olvido». Parte esencial son los poemas del descubrimiento y cultivo del amor, «la razón profunda de mis alas». Cierra el libro un poema de despedida de su tierra leonesa con estos versos finales: «En mi tierra lo dejo todo / pero el amor se va conmigo». David Fernández voló en alas del amor a la ciudad del Darro. Corazón de carbón es su poemario, no en vano nació de familia minera en el Bierzo; se trata de un Romancero: 16 romances para cantar el carbón, la vida y la lucha. «Bembibre», el poema de mayor fuerza y extensión, poetiza la épica de la lucha minera, tal vez evocando la recordada marcha heroica de 1992. Otros poemas se vierten sobre el paisaje vivido y amado, poblado de recuerdos, como Pardamaza, el pueblo originario de la familia, a la que también evoca el poeta (el abuelo, la abuela…).
Y finalmente, los motivos del amor, como el último, Ángel de fuego: realidad y esperanza que llevamos también a la poesía de David, joven poeta que empieza a dar ya frutos maduros: «Cómo sonríe la luna / en el cielo de Granada. / El dorado atardecer / en tu rostro ya se apaga / y en sus ojos alejados / brilla ya con esperanza».