La esperanza de comprar algún sueño
ALFONSO GARCÍA
En la primavera de 1979, mientras Fidel Castro y el líder comunista búlgaro Tódor Zhívkov visitan la ciudad, dos adolescentes descubren un alijo de café, que intentan vender. «Cultivar el café no es ilegal, como la marihuana, pero venderlo por cuenta propia sí y se sanciona con años de cárcel». Son Rony —viene «de una casta adinerada, racista y vulgar, que fue perdiendo su fortuna con el paso de los días. Detesta todo eso y su escape es el rock, o ser amigo de tipos marginales…»— y Héctor —que siente predilección «por el rock, la moda y el pelo largo»—. Ambos habitan en la pobreza, y el café les servirá «para comprar algún sueño»: Rony, construir un baño decente a su abuela; Héctor, comprarse unos mocasines de contrabando y olvidar sus botas rusas, todo un símbolo, «pintadas de un rojo casi púrpura», y esperar que una compañera de clase, Ana —«una rubia espectacular con el cabello brillante»— le haga caso. «A la gente —comenta el autor en la fase final de la novela— le gusta lo prohibido, lo que no está a su alcance, la utopía». Más, si cabe, en un país en que las carencias y la represión son normas habituales en la vida diaria, cuya realidad sirve de trasfondo al desarrollo de la novela, con las distintas caras del país: la música poco ortodoxa que recorre estas páginas, amores y sexo adolescentes, pandillas, broncas, peleas amorosas, desajustes familiares, condiciones de vida…
Cuando la novela breve, siempre tan interesante, se estructura bien narrativamente, el resultado suele ofrecer intensidad en el relato. Tal es el caso, con la fluidez necesaria para suscitar el interés lector. El vocabulario propio, la medición del ritmo narrativo, la coloquialidad de los diálogos, el perfil de los personajes en un contexto determinado… son elementos que aportan riqueza a esta novela muy interesante.