Diario de León

Expulsados de dos países en guerra pero aliados en León

Son el ruso Andrei Elksnisti, activista por los derechos LGTBI, y la ucraniana Larissa Radchenko

El ruso Andrei Elksnitis junto a la ucraniana Larissa Radchenko, junto a los cuadros de la artista también ucraniana Olga Wilson. FERNANDO OTERO

El ruso Andrei Elksnitis junto a la ucraniana Larissa Radchenko, junto a los cuadros de la artista también ucraniana Olga Wilson. FERNANDO OTERO

León

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Andrei Elksnitis vive en León desde el 22 de septiembre de 2022 acogido en el programa de Atención Internacional de San Juan de Dios. Huyó de San Petersburgo (Rusia) tras la invasión de Ucrania. A sus 28 años, su activismo en favor de las personas LGTBI en su país le había colocado en el punto de mira de los grupos de ultraderecha que perseguían a los «impuros y diablos de occidente».

Así relata que le llamaban a él y a las personas homosexuales a las que ayudaba a través de la organización Side by Side. En el año 2022 Rusia endureció las leyes contra lo que denominó «propaganda» homosexual y el inicio de la guerra complicó mucho más la vida del colectivo. «Me empezaron a perseguir y la policía abrió una investigación sobre mí y sobre mi trabajo. Los fascistas dicen defender Rusia contra todos los valores que vengan de occidente. El año pasado me atacaron y me dieron una paliza. Tuve que huir». La homofobia está tan arraigada en Rusia que incluso sus propios padres, fallecidos, le rechazaron.

«No tengo contacto con mi familia, son homófobos y no me consideran un ser humano. Salí de Rusia yo solo. Pasé la frontera en autobús hasta Estonia y de allí a Lituania y cogí un avión a España. Aquí me dirigí a Cruz Roja. Elegí España porque se considera el país en el que el colectivo LGTBI tiene más derechos, me gusta su idioma, su gente y su cultura. No creo que vuelva a Rusia, me gusta mucho trabajar para el colectivo. En León me he puesto en contacto con Awen y les estoy ayudando a preparar el Día del Orgullo. Un activista no puede estar parado».

Una mujer mira las ilustraciones en San Juan de Dios. FERNANDO OTERO

Una mujer mira las ilustraciones en San Juan de Dios. FERNANDO OTERO

Andrei coincidió ayer con la ucraniana Larissa Radchenko en la inauguración de la exposición Notas de guerra de la artista ucraniana Olga Wilson. La exposición de veinte ilustraciones se enmarca dentro de los actos organizados por la Comisión de Responsabilidad Social en la Semana de San Juan de Dios 2023.

Laura Delgado, presidenta de la comisión, recordó que la muestra que ahora se expone en la planta -1 del Hospital San Juan de Dios, ya se presentó en Palma de Mallorca. Los dibujos expresan los sentimientos de la artista ante el horror de la guerra, a raíz de la invasión de Rusia sobre Ucrania. Así empezó su serie de ilustraciones que pronto se viralizó en redes sociales. «Muchas personas ucranianas decidieron entonces enviarle fotos de sus familiares fallecidos en el conflicto para que los retratara. Cada ilustración es una historia de vida distinta que continúa a pesar de la muerte».

Laura Abril, responsable de Solidaridad de la Obra Social de San Juan de Dios, anunció que la Orden recauda fondos para comprar un camión de bomberos para destinar a Ucrania y recordó el reciente traslado del programa del Hospital San Juan de Dios de León, que financia el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, a la finca de los Salesianos denominada La Fontana, en el barrio de Armunia, lo que supone la ampliación del proyecto de 65 a 100 plazas. Actualmente está ocupadas más de 90 plazas y por el centro han pasado personas de 24 nacionalidades diferentes. «Los ucranianos que llegan tienen siempre la idea de regresar y últimamente llegan muchos chicos rusos».

Larissa y Andrei ya se conocían por el programa de San Juan de Dios. Este jueves coincidieron en la inauguración de la muestra de dibujos de la artista Olga Wilson, a la que asisten con sus respectivas intérpretes.

La huida de Larissa y su familia comenzó mucho antes de que las consecuencias de la guerra fueran visibles para el resto mundo. Larissa y su marido vivían en la región del Donbás, al este de Ucrania, en guerra después de que activistas prorrusos declarasen en 2014 la independencia de Ucrania de dos repúblicas populares las zonas limítrofes a Donetsk y Lugansk. La zona permanecía militarizada desde entonces. «Un francotirador mató a mi sobrino de 19 años.

En el entierro mi marido, que ya estaba prejubilado, hizo un comentario que no gustó a un ruso que estaba allí, que le dijo que estaba hablando más de la cuenta. Se lo llevaron y lo torturaron. Cuando llegó a casa estaba destrozado moral y físicamente. Dio un cambio radical, no aceptaba que no pudiera hablar ni defender sus opiniones y se dio cuenta de que no podía hacer nada contra eso.

Se acercó a un puesto de soldados y les dijo que quería salir de allí, le dijeron que podía hacerlo escondido en un tanque que iba a llegar si no venía ocupado con heridos. Nos dieron veinte minutos para recoger nuestras cosas y nos metimos en el tanque con los soldados, para escapar. Nos trasladamos de un pueblo a otro y los soldados nos revisaban bien el cuerpo y las ropas por si llevábamos armas. Nos fuimos a Járcov»

Járcov es la segunda población más habitada de Ucrania. Allí permanecieron cinco años hasta que comenzó la ofensiva ucraniana contra los territorios ocupados por los rusos. Y también comenzó otra batalla familiar en medio de la guerra. A su nieto le diagnosticaron leucemia.

«Empezamos a buscar las mejores oportunidades para tratar la enfermedad de mi nieto» y su nuera se trasladó a un hospital para que empezaran con la medicación. El 24 de febrero de 2022 comenzó oficialmente la guerra y con ella la evacuación de la población. Miles de personas se agolpaban en las fronteras para escapar de la guerra. Los niños enfermos tenían preferencia para salir del país y en el primer autobús disponible partieron su hijo, su nuera y su nieto.

Larissa se quedó sola. Su marido consiguió escapar de sus torturadores pero no pudo superar una infección grave por coronavirus. «Murió de covid en cinco días», recuerda.

Salió de Ucrania en un autobús hacia Polonia para reunirse con su hijo, su nuera y su nieto. La familia se trasladó a Croacia donde el niño continuó con el tratamiento. «Nos informamos y buscamos países a los que poder desplazarnos para que mi nieto tuviera los controles y la asistencia que necesitaba por su enfermedad». Tras acabar los ciclos de quimioterapia, el país elegido fue España. «Es el país con la sanidad pública más avanzada y más solidario». El niño, que en agosto cumple 13 años, sigue los controles en el Hospital de León y va al colegio. «Está feliz, tiene amigos y poco a poco se olvida de todo lo que pasó por su enfermedad. Aquí en San Juan de Dios he encontrado empatía y cariño».

La ucraniana Larissa quiere ser la primera en hablar del ruso Andrei. Los dos proceden de países enfrentados durante años. «Esta persona que está aquí», dice acercándose a Andrei, «aunque es ruso y nuestros países están divididos por la guerra, es la persona más cariñosa y amable del mundo, lo adoro, Tenemos una relación muy estrecha porque es una persona fiel con la que siempre puedes contar».

Andrei asegura que entre los dos hablan de la guerra «de la que no decimos nada bueno». «Me gusta ayudar. Yo sé lo que es ser un refugiado, que no tiene nada bueno, escapar de los horrores, empaquetar toda la vida y meterla en dos maletas para ir a lo desconocido. Sólo con sonreír y preguntar qué cómo está ya es una ayuda importante para esa persona. Entre nosotros nos apoyamos».

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