AMOR, LA MEJOR MEDICINA
Siempre se ha sabido que a los pacientes hay que tratarlos con amor, pero la doctora Carmen S. Alegría, les pide además que se relacionen consigo mismos, con los demás y con el mundo, desde esa emoción positiva y energía sanadora que todos llevamos dentro y que nos ayuda a vivir más sanos y felices
Qué es el amor? «Es difícil contestarlo, pero cuando uno es capaz de sentirlo plenamente, el mundo cambia. Cuando tenemos ese sentimiento, nuestro organismo experimenta signos de la transformación», destaca la doctora Carmen Sánchez Alegría. «La práctica del amor y la compasión altera la estructura del cerebro y cambia nuestros pensamientos. Conectar con esa energía transformadora nos ayuda a vivir más sanos y felices y también a que las medicinas sean más útiles y eficaces para quien las necesite», asegura.
La doctora Alegría lleva treinta años dedicándose a la medicina de urgencias. Cuando comenzó a ejercerla, se dio cuenta de que todo lo que había estudiado se quedaba corto para comprender el concepto de la verdadera sanación. Por ello, además de medicina, estudió programación neurolingüística, «mindfulness», inteligencia emocional, EMDR (una técnica de tratamiento psicológico) y otras materias que la ayudaron a comprender el proceso de superación de la enfermedad, según explica en su nuevo libro «El amor es la mejor medicina». «Con el tiempo, uno intuye que el amor está más cerca de la emoción que del deseo. Es el sentimiento más sublime del ser humano. Una vibración de frecuencia aún más elevada que la alegría», señala esta médica.
«El amor es difícil de describir, pero cuando uno es capaz de conectar con su energía, el mundo se renueva, y literalmente cambia, porque nuestro organismo es el primero en transformarse gracias a las sustancias que, de forma automática, inundan nuestro torrente sanguíneo», señala.
Según Alegría, «con la práctica del amor y la compasión hay cambios anatómicos y estructurales en nuestro cerebro. Se reforman nuestros pensamientos y la forma de relacionarnos con nosotros mismos, con los demás y con el mundo, comienza a ser diferente». Esta especialista explica a sus pacientes que «no hay mejor medicina que el amor. El amor, entendido como una actitud para vivir y también el amor romántico».
Destaca que «es mucho más sencillo recuperar la salud desde el amor que desde el miedo. Y, sin duda, ayuda a mejorar la respuesta a los tratamientos». Según está médica, «no produce el mismo efecto un fármaco recomendado por un médico que previamente ha escuchado con empatía al paciente, que el prescrito por un facultativo que apenas ha desviado la vista de la pantalla del ordenador y se ha limitado a decir: «Tómese una cápsula cada ocho horas».
LA MEDICINA DEL ALMA
Confiesa que los pacientes han sido sus mejores maestros. Con ellos ha aprendido lo que ella llama «medicina para el alma». Cuando Alegría escuchó decir que el amor se transforma en sustancias curativas, pensó que quizá no estaba tan desencaminada al brindar y recetar abrazos a sus pacientes, como acostumbra hacer en su consulta.
«Hay una fuerza especial dentro de nosotros que contribuye a mantenernos con vida, más allá de lo que nuestros propios órganos, estructuras cerebrales y sistemas saben hacer. Hay también una perfecta conexión entre cuerpo, mente, emociones y espíritu que, en sí misma, da sentido último a la vida», enfatiza.
Explica que: «cuando señalo que el amor es la mejor medicina, no me refiero exclusivamente al amor como intercambio de afecto filial, fraternal o erótico, que también es curativo, sino al amor como emoción».
«El amor es quizá la emoción más sublime y sanadora. Es el fenómeno a través del cual nos sentimos y nos volvemos parte de algo más grande que nosotros mismos», señala.
Según esta experta, ese sentimiento que nos conecta con nuestra parte más sagrada y transforma nuestra forma de entender la vida, nuestros patrones de comportamiento y el modo de relacionarnos con nosotros mismos y los demás, incluso es capaz de influir en la renovación de las células del cuerpo.
Antonia era una mujer de 73 años que tomaba pastillas: para dormir, para los dolores, por ansiedad y también para el corazón. Acudía a consulta dos veces por semana, pero en una ocasión, pasaron varios meses sin que diera señales de vida. Cuando volvió, la doctora Alegría no fue capaz de reconocerla: entró una mujer sonriente y ataviada con un colorido atuendo, que ya no necesitaba recetas, ni pruebas médicas. El secreto era que se había vuelto a enamorar», recuerda la médico.