Ebrio de amor y de belleza
josé enrique martínez
Sigue siendo Hafiz el poeta más influyente de la poesía persa a partir del siglo XIV en que vivió. Es un autor de culto, además, puesto que su tumba es lugar de peregrinación y meditación. Su obra, que en general celebra los placeres de la caza, el vino, la belleza y el amor, fueron recopilados en 1368 con el título de «Diván», del que se extraen los gazales del libro que reseñamos, traducidos por Enrique Fernández e introducidos por Charles Devillers y L. A. de Villena. El gazal «es un pequeño poema, una especie de oda, que no supera en general los treinta versos y que a menudo es mucho más corto». En español existe, por semejanza, la palabra gacela; como homenaje a los poetas árabes de Granada, García Lorca compuso «gacelas» y «casidas» en su precioso «Diván del Tamarit». Los gazales de Hafiz aparecen traducidos inevitablemente a prosa, de modo que cada gazal se convierte en un delicioso poema en prosa impregnado de finura lírica y de celebración amorosa. Lo comprobamos ya en el primero de los gazales en el que Hafiz realiza una rotunda promesa de amor, no sin antes rendir pleitesía al encanto de los ojos de la amada, el aliento de su boca, a su andar, «semejante al vuelo de la perdiz montañesa», a su mirada, «más dulce que los ojos de las gacelas», a sus cabellos y a sus mejillas: por todas esas gracias de la mujer amada, «Hafiz jura, si hacia él vuelves tu mirada, que por darte contento sacrificará no solo sus bienes, sino también su vida». De este modo, el poeta persa emite una promesa de amor que representa una de las más fervientes entregas al abrazo del amor y la belleza, dos motivos fusionados en la figura de la «bienamada» cantada en
los gazales, extendiéndose también al «jardín», nido de belleza y de amor.
Villena escribe un interesante prólogo en torno el hedonismo, el sufismo y la erótica en la poesía de Hafiz, sin olvidar su vinculación con el realismo y el simbolismo, y con el motivo del jardín en el que reinan la belleza y la juventud, el placer y el vino. Pero un lector actual puede abstraer interpretaciones de unos y de otros y dejarse llevar por las delicias del jardín perfumado y la poesía, del amor, el vino y la belleza, sabiendo que para el poeta persa, «la rosa de tu boca es el centro del mundo» y que «solo es bella la rosa porque es el rostro de mi amada» y que su petición, en uno de los poemas es «que un poeta componga un canto tan claro como el agua, un canto que vierta en el corazón una ola de alegría.