Gloria Durán: "Nuestras abuelas eran unas punkis"
El II Ciclo de Mujeres pone el foco en las mujeres sicalípticas y del cuplé. Este viernes es el turno para la actuación de la Orquestina de León y el sábado, a las 12.00, Gloria Durán ofrece una conferencia sobre esta revolución cultural de principios de siglo XX. Por la tarde actuará la berciana Esther Lanzón.
Gloria Durán es doctora en Bellas Artes y autora de Sicalípticas: el gran libro del cuplé y la sicalipsis . Este sábado estará a las 12.00 horas en el Palacio Conde Luna para participar en el II Ciclo de Mujeres de León que lleva el título genérico de Mujeres sicalípticas del cuplé. El ciclo cuenta hoy con la actuación de la Orquestina de León a las 20.00 horas. El sábado por la tarde, la artista berciana Esther Lanzón ofrecerá un concierto a las 20.00 horas.
—¿Cómo se le ocurrió investigar sobre esta revolución cultural de principios del siglo XX?
—Hice la tesis doctoral sobre el dandismo en la mujer en el periodo de entreguerras. La más dandi de todas fue la baronesa Elsa von Freytag-Loringhoven, una dadaísta alemana que trabajó más entre 1910 y 1915. Hacía de mujeres estatuas, con el culo falso. Me centré más en su dadaísmo y publiqué tres libros sobre las mujeres dandis, un estudio de este periodo histórico, no tanto en España, sino en Londres, Nueva York, París y Berlín. Un día mi madre, que tenía Alzhéimer, se sentó a desayunar y me dijo: La casa se bambolea con ese peso fenomenal y pitan las chimeneas como los barcos en alta mar . Me quedé loca porque ese poema es muy dadaísta e investigando encontré que pertenece a la copla Compuesta y si novio que cantó Miguel de Molina. Empecé un estudio que me llevó a toda esta explosión iconográfica del cuplé. Primero pinté las imágenes y cuando estaba investigando Fernando Rocha me invitó en 2018 a dar una conferencia en el Museo Reina Sofía sobre alguna mujer dadá, pero en ese momento ya estaba obsesionada con el cuplé y la conferencia fue sobre cuplé y vanguardia. Así surgió el germen del libro.
—La gente puede vincular el cuplé a Sara Montiel, más suavizado por el franquismo.
—El cuplé muere con el franquismo. Con Sara Montiel vuelve un fenómeno cultural extraordinario, como fue El último cuplé , pero no tiene nada que ver. Había millones de cuplés y letristas a principios de siglo. Tengo una guía histórica sobre Sara Montiel, un personaje que he trabajado, pero no podemos hablar de cuplé con Sara Montiel , que es un fenómeno sísmico, cultural y extraordinario que es ella misma. El contexto cultural de principios de siglo y El último cuplé son dos fenómenos culturales diferentes.
—Sicalípticas y suripantas. ¿Dónde está la diferencia?
—No es lo mismo. Las suripantas están en una pieza titulada El joven Telémaco de mil ochocientos setenta y tantos. Salen unas personajas dentro de esa revista y se quedan con el nombre del estribillo que cantan. Sicalíptica es una definición del escritor Félix Limendoux a principios de siglo, que publica una revista que se llama Las mujeres galantes y ahí inventa el término porque no encuentra una palabra que dé cuenta de esta cultura que quiere gustar tanto a la gente más cursi y a la que él llama de ‘gustos estragados’, más cultivada, que viene de lo decadente, de gustos sofisticados. La Bella Chelito o la Fornarina gustaban a todo el mundo.
—¿Qué define a las mujeres sicalípticas?
—Es una palabra que se inventa para definir a unas mujeres un poco frivolonas para dar cuenta de todo un fenómeno cultural de transformación urbana, de espectáculos de varietés , donde se está inventando un mundo y dentro de ese invento, en un contexto de lo que es España, de moral siempre un poco estricta, con ese catolicismo que nos representa, inventan ese término para adjetivar a ese potaje cultural que está surgiendo con las grandes ciudades. Es una palabra inventada que empieza a aparecer en artículos de prensa donde se usa como un adjetivo y empieza a cuajar socialmente.
—Siempre vinculado a unas mujeres que se manifestaban de una manera muy erótica y provocativa.
—Esto son transformaciones de la Real Academia de la Lengua que ha ido variando el significada. En el diccionario han aparecido cinco acepciones diferentes. La que más me interesa es la de 1917 que dice que ‘transitan lo velado’, es decir sin nombrar, en las dobles intenciones es la peor doble intención. Como nuestra cabeza se va a términos sexuales, siempre la doble intención parece que es erótica, pero el término en origen no sale de ahí. Es verdad que hay sicalipsis con un toque sexualizado, se insinúa con movimientos e imágenes, pero también hay cuplés muy políticos, muy críticos con los gobernantes. En la película que ha ganado todos los Óscar Todo a la vez en todas partes, hay chistes muy eróticos, salen consoladores, dedos que se comen como salchichas chorreantes... Tiene una iconografía porno velado y eso hace que funcione mejor. Nuestra mente urbana siempre se va por ahí.
—¿Cuál es el estilo musical actual que podrían compararse con el cuplé de las sicalípticas?
—Las traperas urbanas. Ellas salen de contexto de barrio, tienen un toque erótico por cómo se socializan y viven los jóvenes la sexualidad y las relaciones. Son menos políticas que las cupletistas. Utilizan los sonidos contemporáneos, como hacían a principios de siglo. Las traperas se distribuyen online y a principio de siglo rulaban por toda España, Latinoamérica, EE UU y Europa. Las cupletistas estaban todo el rato viajando.
—Desde un punto de vista feminista ¿cómo se interpretaría ahora mismo a la cupletistas?
—Es la era de la nueva mujer. Dan ideas, como las traperas ahora, de modos de ser mujer, de relacionarse con el cuerpo, con los objetos, de ser un poco osada en las reflexiones. A principios de siglo los salones se llenan de público masculino y de repente vieron que aquello era un filón comercial, abren a todos los públicos y las chicas son superfans. Hay una fascinación en la gente joven y cierto susto social por el potencial y el contagio que puede significar ver a mujeres liberadas, que los señoros no querían que se contagiara.
—Y las trifulcas que se montaban en los teatros.
—Claro. Cuando actuaba la Fornarina o la Bella Chelito siempre tenían a la policía por si se armaba, que solía pasar.
—¿Era una manera de cantar y expresarse cuando las mujeres no podían ni respirar?
—Hemos dado por supuesto esa idea, pero es un momento en el que se está inventando la ciudad. El cuplé es la música en la ciudad. La población de Madrid se triplica cuando empieza la posibilidad de tener un modo de ganarse la vida y las ciudades se llenan de mujeres que venían del campo en un contexto de pobreza. España siempre ha sido paupérrima. Eso de que la mujer no se podía ni mover corresponde a las mujeres de clase media alta, que es con lo que se ha hecho el relato histórico. ¡Ojo! A las chiquillas del pueblo sus propias madres les decían que se fueran a buscarse la vida. Una cosa son las grandes frases que nos han llegado y otra es cómo te imaginas que se vivía en un pueblo en 1903. Si investigas cómo se vivía leyendo el ABC ya sabes la imagen que vas a tener. A las mujeres nos han tenido tres pasos más atrás porque no nos dejaban educarnos. Estas mujeres que llegan a Madrid y se ponen a cantar cuplé tienen que aprender a leer, idiomas y muchas cosas. La Fornarina lo aprende sobre la marcha.
—Esta iconografía de postales tiene una querencia por las mujeres entradas en carnes.
—Al principio sí porque era lo sexi. Y no. Una de las grandes sicalípticas era la Chelito que cuando empieza era delgadita, luego cambia. Hay muchas variaciones. Esa mujer ha vuelto como una rosa, un poco Riana o Rosalía, que está jamona.
—En mi imaginario aparece el cuplé ‘La pulga’ que cantaba Augusta Berges y tantas versiones ha tenido.
—Lo cantaba a finales de 1893. Era enorme, pero no hay muchas imágenes de ella, pero sí el relato de que le pegó a unos hombres porque se metieron con ella. Es una mujer como muy Carmen Flores, que es de mis favoritas.
—¿Cómo se evoluciona del cuplé a la copla?
—Depende de los teóricos. Hay gente que sitúa la dulcificación del cuplé en 1911 con Raquel Meller y El Relicario, que es un poco protocopla. No hay cortes limpios. Para mí esa transformación surge en la Guerra Civil, con el empuje brutal del franquismo a la copla, que tiene sonidos más sofisticados y con un sustrato de andalucismo escénico. El cuplé es más sonido tipo Bizarrap. La copla construye una feminidad mucho más airada.
—Pero transita por historias de mujeres señadas socialmente, cuestionadas. Son amantes, madres solteras...
—La copla tiene un rollo más de la que está en casa limpiando. El cuplé es un canto de gente que está en bares, ligando, en la calle. Se canta a la vida urbana. La copla canta a ese anhelo de salir, de ese amor que se ha ido. El cuplé es ‘quítate que voy para allá’, en una mujer más punki, nuestras abuelas eran muy punkis.
—De la doble intención al destape de los 70.
—No tiene nada que ver. El destape es algo muy concreto de una historia española muy dramática. Me gusta pensar que en los primeros años del siglo XX España estaba muy acorde con el ritmo Europeo, como en todas partes. El destape es opuesto a la sicalipsis, que precisamente dice velar, tapar y ocultar. Las cupletista van de frivolonas y un poco tontitas. El destape era justo lo contrario, un grito reivindicativo que no va a ningún lugar. Las cupletistas, que también tenían vidas contradictorias, insistían en su rectitud en la vida privada. Mi proyecto personal es La Chelito, de la que estoy preparando un libro, una mujer que tiene dos hijos y no se casa jamás y no hay ningún lugar que diga de quién eran esos niños.
—Como Concha Piquer, muy valorada socialmente y con una vida diferente a la moral de la época.
—Sí, pero la Piquer ¡tela!, tan franquista que era desbordante. Ahora está muy reivindicada. Me encanta como canta, pero la cojo con pinzas.