Ciencia contada por sus protagonistas
efe
Estimado compañero y amigo: Yo me encuentro muy grave con una colitis que dura cerca de dos meses y que no me permite abandonar el lecho, ni comer ni escribir», confesaba Santiago Ramón y Cajal a su discípulo Rafael Lorente de No, apenas 48 horas antes de morir. Y es que, incluso en su lecho de muerte, el célebre científico español, premio Nobel de Medicina en 1906 por sus hallazgos sobre el sistema nervioso, seguía ayudando y colaborando con sus colegas.
«El ratón es poco favorable para un estudio estructural. ¿Por qué no ha trabajado V. en el conejo de veinte o cuarenta días?. Le saluda cariñosamente su viejo amigo, Cajal», escribía el científico desde su casa en la calle Alfonso XII de Madrid. Esta carta —la última que escribió el Nobel español—se incluye en el libro Querido Isaac, querido Albert, una compilación que reconstruye la historia de la ciencia a partir de las cartas escritas por sus protagonistas, desde los inicios de la Revolución Científica (en los siglos XVI y XVII) hasta los albores del siglo XXI.
La obra pretende ser un pequeño testimonio de un «tiempo pasado que nunca volverá» y de una herramienta —las cartas— que ha sido sustituida por la tecnología y los correos electrónicos, comenta su autor, el catedrático emérito de Historia de la Ciencia en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de la Real Academia Española desde 2003, José Manuel Sánchez Ron.
Entre los protagonistas de esas cartas se encuentran muchos de los científicos que han hecho historia, desde Kepler y Galileo, a Descartes, Newton, Huygens, Laplace, Benjamín Franklin, Faraday, Darwin, Humboldt, Thomas Jefferson, Ramón y Cajal, Pasteur, Sophia Kovalevskaya, Ada Lovelace, Marie y Pierre Curie, Sigmund Freud, Max Planck, Albert Einstein, Lise Meitner o Crick.