Diario de León

Un hogar común para refugiar a familias de 18 países en guerra

En el centro La Fontana conviven desde diciembre 67 personas de Sudán, Afganistán, Irán, Ucrania, Siria, El Salvador, Rusia, Perú, Marruecos, Argelia, Venezuela, Colombia, Senegal, Cuba, Costa de Marfil, México, Honduras y Camerún. Una ‘torre de Babel’ que gestiona el programa de Protección Internacional de San Juan de Dios

León

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Denís, de nacionalidad rusa, y Maskim, ucraniano,  juegan al baloncesto en la cancha de la finca  La Fontana. Están relajados y compiten por convertirse en el máximo anotador. Es el único combate que les preocupa en estos momentos tras huir de la guerra que enfrenta a sus dos países. En este partido también juega el marroquí Yassize, de 25 años, que hace dos meses llegó a León tras lanzarse al mar en una patera y ser rescatado por Cruz Roja en la playa de La Marinera, en Las Palmas de Gran Canaria. 

En la finca La Fontana de los Salesianos, situada en el barrio de Armunia junto a la parroquia San Antonio de Padua, conviven 67 personas que han huido de 18 países en guerra o conflictos abiertos por razones políticas, de religión o de orientación sexual. La Fontana es ahora su hogar provisional, un centro de convivencia en paz común gestionado por el Programa de Protección Internacional (PPI) del Hospital San Juan de Dios de León desde diciembre.

En el centro viven familias procedentes de países como Sudán, Afganistán, Irán, Ucrania, Siria, El Salvador, Marruecos, Argelia, Venezuela, Colombia, Rusia, Senegal, Costa de Marfil, Perú, México, Cuba, Honduras y Camerún. Una auténtica ‘torre de Babel’ en la que caben varias lenguas y religiones — hay capilla y mezquita—con la convivencia como idioma común.

El programa de Protección Internacional de la Orden Hospitalaria San Juan de Dios da respuesta a las necesidades de acogida e integración del creciente número de personas solicitantes de protección internacional y refugiadas en España. Además de La Fontana, con 70 plazas de las que están ocupadas 67 y otras tres están reservadas para la llegada de nuevas familias en los próximos días, la Orden San Juan de Dios dispone de treinta plazas en viviendas unifamiliares distribuidas por León y San Andrés del Rabanedo.

Las personas que viven en el centro  están en la fase de acogida a la espera de la resolución de sus solicitudes de protección. Disponen de aulas, instalaciones deportivas, salón de juegos infantiles, sala de TV, biblioteca... «Vivir y convivir no es fácil en un lugar en la que se juntan tantas nacionalidades, pero la distribución de espacios funciona», explica Dolores Queiro, coordinadora del programa. «Las personas que llegan aquí vienen desarraigadas y el trabajo que hacemos es desarrollar itinerarios personalizados para la atención de las necesidades básicas y de integración».

Los primeros residentes se trasladaron el 19 de diciembre, fecha en la que San Juan de Dios puso en marcha el servicio con  personas previamente seleccionadas por un equipo sociolaboral. En este tiempo, siete han salido del centro para una vida independiente tras encontrar un empleo. 

Es el caso del senegalés Ndagas Gowsi, de 28 años. Llegó a León en noviembre procedente de Ávila, donde recibía asistencia por Accem en un dispositivo de acogida. Desde el 13 de marzo tiene permiso de trabajo y ha firmado un contrato indefinido en una empresa de contrucción. «Soy peón, desde que salí de Senegal tengo claro que mi objetivo es trabajar y ganarme la vida, tener dinero para llevar una vida independiente».

Ndagas salíó de Senegal en noviembre de 2021 y en una patera llegó a la costa de Tenerife, donde lo acogió Cruz Roja para luego  trasladarlo al centro de Accem en Ávila y de ahí a León. «En  Ávila no hacía nada. Ahora veo que se ha cumplido un sueño. En León he participado en cursos, deporte y he estudiado y ahora tengo un trabajo. Lo único que deseo es tener salud y trabajar», dice sentado en una mesa de la cafetería que es el centro de reunión social de los residentes en el centro. A su lado está Sara Llorente, responsable de atención social, que ha estado a su lado en todo el proceso.

Al lado de la cafetería está la sala de juegos y actividades lúdicas. En este momento hay varios niños y niñas participando en los juegos de circo que dirige Ángela Blanco, trabajadora sociocomunitaria. «El juego beneficia para el desarrollo motórico y el trabajo en equipo los enseña a respetar los turnos, el desarrollo, la concentración y la convivencia en disciplina». 

El perfil

En el centro viven en este momento 11 menores de edad, 40 hombres y 16 mujeres. A los que hay que sumar otros 8 hombres, 7 mujeres y 15 menores en otros dispositivos de acogida de San Juan de Dios. En total, en la primera fase de acogida del programa en León hay 48 hombres, 23 mujeres y 26 menores y otros 9 hombres, 14 mujeres y 20 menores en una segunda fase.

Entre los seis y dieciocho meses que dura la primera fase de programa, las personas reciben cobertura en sus necesidades básicas, información y orientación de acceso a los recursos, planes de intervención social personalizados y atención psicológica, jurídica, sanitaria, educativa, laboral y social.

La segunda fase de autonomía tiene una duración de doce meses con itinerarios personalizados, acompañamiento y coordinación con la red local, ayudas económicas, ayudas para alojamiento y cobertura de necesidades básicas, y ayudas transversales.

El marroquí Yassize espera que su alojamiento en La Fontana «sea un tránsito porque espero encontrar trabajo y empezar a construir mi futuro en España».

Laila tiene 40 años. Es de Georgia con nacionalidad chechena. Ahora trabja en el servicio de limpieza con SanJuan de Dios, pero antes estuvo dentro del programa de protección. LLeva en España cuatro años, tres de ellos en León y tiene cuatro hijos. «MI marido no trabaja. Tenemos planes de futuro, pero necesitamos dinero. En Georgea tenía mi tienda, mi marido era carnicero y yo le ayudaba, pero tuviomos que salir por razones políticas». 

En el centro La Fontana hay un servicio de atención directa las 24 horas, con diez personas que se turnan día y noche

En el centro La Fontana hay un servicio de atención directa las 24 horas, con diez personas que se turnan día y noche.

En la biblioteca, que dispone de acceso a internet, está el peruano Jhon. Tiene 22 años y desde un mes vive en La Fontana, aunque lleva un año en León. Utilizar el ordenador. «Me inscribí en un curso de traducción. Quiero convalidar mis estudios. En mi país no se respetan los derechos LGTBI y tuve que salir porque mi pareja me maltrataba. Mis padres no me aceptan y me echaron a la calle. Me propongo acabar una carrera técnica y tener una vida estable».  Toda la primera planta de La Fontana está habilitada para las personas LGTBI que huyen de sus países.

Sara Llorente y Dolores Queiro posan para la foto en el teatro del centro, con 180 plazas  «que es el mejor espacio de La Fontana, con oun proyectos de cine antiguo y donde se realizan las galas y las fiestas».

Los colombianos Milena Ramírez, Gilberto Aguirre y su hijo perqueño Samuel Jacob comparten habitación en La Fontana desde hace un mes. «Llegamos a Castellón hace seis meses y cuando salió la plaza aquí nos trasladaron. Yo participo en actividades de la Asociación de Vecinos de Armunia», dice Milena. «Hago ramos de rosas. En Colombia administraba unos almacenes de calzado. Mi marido era policía antidisturbios y tuvimos que salir dejándolo todo». Gilberto estudia hostelería en León. «Hay mucha demanda en ese sector y necesitamos trabajar para volver a organizarnos como familia».

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