«Soy un promiscuo emocional»
ISABEL LLANOS
2023 se presenta como un año de buena cosecha para el poeta y antólogo madrileño, a ritmo de un libro publicado por mes: Todos mis amores imposibles (Traspiés) en enero, Los 108 nombres de Dios (Olé Libros) en febrero y el 27 de marzo veía la luz Aquí se arregla la sed (Luces de gálibo). Tres estilos y tres temas diferentes que aborda con ingenio y maestría.
Recién llegado de la feria del libro más visitada del mundo, la Feria de Calcuta donde, además, España era este año país invitado, nos da pistas sobre cómo combinar su frenética actividad (reseñas, traducciones, docencia, presentaciones de autores…) con la capacidad creativa que le permite resolver con alta calidad temáticas tan dispares.
—Empezaste como escritor ¿cuándo y cómo surgió la docencia?
—He residido varios años en la India y allí se muy claro que la obligación moral de uno, porque formaría parte de su darma, es en enseñar lo que sabe. No te lo puedes quedar para ti, lo tienes que compartir. Además, es también otra forma de seguir aprendiendo. Yo aprendo más de mis alumnos que ellos de mí. Es una maravilla para seguir creciendo como creador. Fue un paso natural que empezó a mis treinta años en Málaga, que pausé en la India, pero retomé a mi regreso a Barcelona cuando mi hija cumplió ocho años, después de disfrutar de su primera infancia.
—Conociendo el mercado, las publicaciones y el sector editorial, ¿la evolución a editor era, pues, natural?
—Siempre he colaborado en labores de edición, en distintas editoriales, en distintos proyectos… Efectivamente, el año pasado estuve acompañando a una amiga en su andadura con la creación de la editorial Mixtura, pero yo sé que es un sector muy difícil, muy desagradecido y también sé que no es un sector luminoso y lo dejé. Yo no soy editor, aunque me guste también, soy creador y escritor.
—Siempre dices que tu forma de vida ideal es la que llevaste en Benarés: escribir y vivir, mantenerte en un estado creativo que potenciaba tu sensibilidad y los colores en tu mirada y que, un fruto, más que una raíz, hizo que abandonaras tu paraíso para intentar construirle uno a ella, tu hija. ¿Es esta tu forma añorada de creación, de modo de vivir? ¿Piensas retomarla cuando ella inicie su propia ruta?
—Yo a la vida no le doy ordenes, me dejo llevar por ella. Ahora mismo vivo en medio de la corriente, escuchando lo que al fin de la vida ésta me da. Lo importante es estar vivo, estar atento, no traicionarse ni traicionar el centro que cada cual es en el orden universal, lo que lo que la vida le que ponga a uno por delante, no perder las ganas ni la necesidad de seguir creciendo.
—En tu haber cuentas con grandes descubrimientos y hallazgos de poetas y escritores que han llegado a ti a través de la docencia, ¿de qué trayectorias te sientes más feliz por habérselas regalado al mundo?
—Justo ayer estuve calculando que en los ocho o nueve años que hace que imparto clase en Barcelona, ya hay una veintena de alumnos míos con publicaciones, algunos hasta con varios libros, más otra veintena que tienen libros publicables. No lo han hecho gracias a mí, sino al lado mío o siendo yo testigo de ese proceso. Esas personas no me deben a mí nada. Es como si a la persona que te ayuda a tener tu bebé le das un centro en tu vida. Es una parte importante pero no es un centro de tu vida. Centro es tu pareja, es tu familia y es lo que lo hagas a partir de ahí. Yo soy el partero, pero no el inseminador.
—También formas y has formado parte de numerosos jurados literarios, ¿cuál es tu visión sobre los premios?
—No, yo ahí prefiero no entrar. Yo vibro en la creación, creo la luz interior, pero no creo en la sociología literaria que es muy injusta, en general, con los premios, las publicaciones, las reseñas, el prestigio de ciertas personas… Quien es un creador de verdad se abre camino al margen de esas injusticias, y no les da importancia o no se deja atrapar por ellas. No pasa nada si no tienen en su trayectoria algún tipo de estos “productos”. No es importante. Es más bien circunstancial: si te toca disfrútalo, si no te toca, que no te detenga. Sin más.
—Este año estás siendo particularmente prolífico, con temáticas y estilos diferentes en tus publicaciones. Presentas este mes de marzo ‘Aquí se arregla la se’ (Luces de gálibo) en el que, como sevillano adoptivo que eres, te marcas unas soleares poéticas con brío flamenco. Tu capacidad de trabajo es tremenda, ¿tu próximo libro se llamará ‘Omnipresencia’?
—(Risas) No, no, será Y tú más (broma). Es meramente circunstancial, me puedo pasar años varios años seguidos escribiendo sin publicar y luego sale todo a la vez. Lo importante está en la creación y en seguir preparándose para dar la mejor versión de uno mismo y no perder la luz. Lo de publicar o no publicar, lo de que aparezca tu nombre en antologías o en reseñas es secundario. Un verdadero creador tiene que comer, y yo como de las clases, no de publicar.
—Asiduo a los retiros literarios: ‘Los favoritos del éter: poesía y ebriedad’ con Entelequia Cultura en mayo, y tus ya famosos ‘Islados’ que haces este próximo abril sobre la obra de María Zambrano en Marruecos y como cada julio en Menorca, entre otros. Me consta que no eres un autor al uso, que marca distancias, sino que te entregas sin red a las relaciones humanas ¿eres un suicida emocional?
—Al contrario, soy un promiscuo emocional. A mí me encanta la gente, alimentarme de lo que las personas me dan. En estos retiros, más enfocados a lo lúdico, se aprende a usar el lenguaje de las palabras y los recursos literarios para crear sentido y para relacionarnos con el mundo de otra manera. Menos académicos que las clases regulares, son dos formas de enfocarlo, pero con un mismo fin: usar la palabra como como instrumento de precisión simbólica para relacionarnos con los demás y con nosotros mismos.